Rusia rechaza atacar a Irak

Bagdad busca un acuerdo de cooperación con Moscú
Rusia defiende intereses económicos al rechazar un ataque contra Irak


Moscu, 1o. de septiembre. Al mantener su invariable rechazo a un ataque de Estados Unidos contra Irak, Moscú defiende intereses económicos propios que, por ahora, son sólo atractivos proyectos en cartera para cuando terminen las sanciones internacionales contra Bagdad.

Al mismo tiempo, de unos meses a la fecha, Rusia realiza intensas negociaciones encubiertas para asegurar que los nuevos favoritos del Kremlin, los grandes consorcios petroleros rusos en manos de particulares cercanos a la elite gobernante, no resulten afectados por una eventual caída del régimen de Saddam Hussein.

Con ese telón de fondo, el canciller iraquí, Nadji Sabri, comienza en Moscú este lunes una visita de tres días con un objetivo a priori casi inalcanzable: convencer a las autoridades rusas de que las condiciones ya están dadas para la firma del ambicioso programa de cooperación económica y comercial entre Rusia e Irak para los próximos 10 años, que incluye 67 proyectos de inversión por un valor estimado de 40 mil millones de dólares.

Este programa, elaborado pacientemente durante años, concede a empresas rusas la prioridad para desarrollar yacimientos petroleros en Irak, así como para reconstruir refinerías, hidroeléctricas, vías férreas, canales de irrigación y otros pilares de su infraestructura básica.

Con su firma, Bagdad quiere atar a Moscú como aliado estratégico de largo plazo y conseguir, de manera perentoria, un compromiso más claro del Kremlin en contra de la guerra anunciada por Washington.

Pero justamente la certeza de que, ya dentro de dos o tres meses, habrá un ataque militar contra Irak, pone en entredicho cualquier esquema de cooperación económica y comercial con el gobierno de Hussein.

El Kremlin es consciente de que, aun si fuera posible evitar una nueva guerra del Golfo, mientras Irak esté sometido a severas sanciones económicas carece de sentido reclamar los 8 mil millones de dólares que le debe Bagdad y tampoco se podría aplicar en su totalidad un programa de cooperación de tal envergadura.

Por ello Rusia no se da prisa en formalizar el acuerdo, a pesar de que al menos una veintena de los proyectos apalabrados -los que terminan de abrir las puertas para un mejor posicionamiento en el sector del petróleo, el gas y la petroquímica de Irak- promete ingentes beneficios a los principales consorcios rusos del ramo.

Estos consorcios, desde que empezaron a sacar provecho -y mucho- de su participación en programas auspiciados por Naciones Unidas, como el que permite intercambiar crudo iraquí por alimentos y medicinas, no cesan de cabildear para fortalecer los nexos con el régimen de Hussein.

De algún modo el cabildeo sobra y se inscribe en un complejo juego de valores entendidos, toda vez que es el propio Kremlin el que otorga o quita las cuotas a las petroleras rusas involucradas en ese pingüe negocio.

Dentro de la actual fase semestral del programa Petróleo por alimentos, con el cual la ONU pretende suavizar el embargo impuesto a Bagdad en 1990 tras su invasión de Kuwait, los contratos entre Rusia e Irak en el sector del petróleo y el gas representan entre 35 y 40 por ciento del crudo iraquí autorizado para ese tipo de operaciones.

Y aunque se trata de entre 800 y mil millones de dólares cada seis meses, las petroleras rusas sueñan con el día en que puedan empezar a repartirse los 40 mil millones de dólares ya comprometidos en proyectos congelados hasta que se ponga fin a las sanciones contra Irak.

La impaciencia por multiplicar ganancias choca con la incertidumbre de no saber, en caso de producirse un ataque militar de Estados Unidos, cuánto tiempo podrá resistir el régimen de Hussein y, de caer finalmente, quién será instalado como nuevo líder de Irak.

Ello motivó que Rusia iniciara negociaciones encubiertas con Estados Unidos para conseguir que, bajo cualquier escenario post Hussein, se respeten sus intereses económicos. Filtraciones recientes apuntan a que Estados Unidos ofreció las respectivas garantías a cambio de que Rusia modere sus críticas al comenzar la operación militar.

Todo parece indicar que el encuentro que mantuvo hace unos días en Washington un diplomático ruso con el representante del Congreso Nacional Iraquí, el principal grupo opositor a Hussein, próximo a erigirse, con la bendición de Estados Unidos, en una suerte de gobierno en el exilio, tuvo como propósito sondear hasta qué punto son confiables tales garantías.

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

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