El rebrote del extremismo islámico y el fortalecimiento de las mafias son graves secuelas del desmoronamiento del Estado soviético y constituyen una amenaza a la estabilidad de la región caucásica.
Los ataques aéreos rusos contra las posiciones rebeldes wahabitas en la República de Daguestán pusieron en alerta a Chechenia -que todavía no se recupera de la guerra que la azotó en diciembre de 1994-, Kirguiztán, Uzbekistán y Tadjikistán y significaron una intervención de Rusia para defender sus intereses petroleros.
También significan el debut en la escena política del primer ministro Vladimir Putin tras la proclamación de una república estrictamente islámica por la guerrilla dirigida por Shamil Basaiev, en guerra con el comandante Jattab por controlar dicho Estado.
En tanto, la prensa rusa anunció como inminente una nueva guerra en Chechenia y evocó la destitución del ministro ruso de Defensa Igor Sergueiev, incapaz según ésta de enfrentar la amenaza de un conflicto regional.
Moscú considera que la República independentista de Chechenia es un refugio para los rebeldes islamitas acusados de una serie de atentados que provocaron 292 muertos en Rusia en agosto y septiembre.
La decisión del ministro de Defensa, el mariscal Igor Sergueiev, de anular una visita a Suiza "no deja lugar a dudas sobre los planes de los militares", afirma el cotidiano Izvestia. Por su parte, Sivodnia evocó una posible destitución del mariscal Sergueiev y su reemplazo por el jefe del Estado Mayor Anatoli Kvachnin.
El diario acusa a Sergueiev de ser incapaz de enfrentar "las amenazas locales": "Los bandidos han invadido Rusia y han mostrado que siguen siendo una amenaza real mientras Sergueiev se ocupaba de las maniobras anti-OTAN Occidente 99", subraya el periódico.
"Los acontecimientos en Daguestán y en Chechenia han cuestionado los talentos del ministro" que consagra 90% del presupuesto militar a las fuerzas de misiles estratégicos y no da al ejército los medios de mostrarse eficaz en las operaciones en esas repúblicas.
Esta desestabilización del Cáucaso puede costarle caro a Rusia, donde más de un tercio de la población vive en la pobreza, pues hace vacilar su ambición de participar en el boom petrolero del Mar Caspio haciendo transitar el crudo de Azerbaiján por territorio ruso.
"Daguestán forma parte de la federación rusa. Moscú no puede quedarse sin actuar. No puede permitirse retirarse pura y simplemente de este territorio", estimó Antol Lieven, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres.
"Es el mismo problema que tuvieron los británicos con Irlanda del Norte. La mayoría de la población de Daguestán no apoya lo que sucede actualmente. Si Rusia se retira, Daguestán se vendrá abajo en una guerra civil, y se producirá una situación a la libanesa", añadió el experto del Cáucaso.
Daguestán acoge más de una treintena de minorías étnicas. Las tres principales son los avaros (cerca de 500 mil), los darguines (unos 270 mil) y los lezguines (200 mil). Los rusos no representan más de 10% de la población de esta República de dos millones de habitantes.
La mayor parte de los expertos estima que la ocupación de varios pueblos del sur de Daguestán por grupos islamistas radicales constituye el desafío más serio a las autoridades de Moscú en esta región desde la guerra ruso-chechena (diciembre de 1994-agosto de 1996).
Los lezguines de Azerbaiján (cerca de 170 mil) ya reivindicaron en el pasado la constitución de una entidad estatal con los lezguines de Daguestán.
El enfrentamiento de esta república del Cáucaso corre el riesgo de "arruinar los planes de Rusia de convertirse en el principal circuito de transporte del petróleo azerbaijanés" dado que esta ruta pasa por Daguestán, afirmó el experto en petróleo Euan Craik.
En el gran juego petrolero que enfrenta a rusos y estadounidenses en Transcaucasia, los rusos propusieron un nuevo trayecto de oleoducto que rodearía Chechenia y pasaría por Daguestán.
Es la razón por la cual, paralelamente al lanzamiento de la ofensiva, Putin anunciaba que Rusia atacará las bases de los islamitas "en todos los lugares donde se encuentren, incluyendo Chechenia".
Pero, además de afectar los intereses financieros de Rusia, esta crisis podría igualmente provocar una debilitación de la influencia de Rusia en las ex repúblicas soviéticas en esta región, sobre todo Azerbaiján.
Y mientras Yeltsin se compromete a solucionar el problema de Daguestán que reconoció como "uno de los más complejos, junto con Chechenia" entre los que debió enfrentar, reaparece en el terreno una vieja pesadilla de Moscú: el jefe de guerra checheno Shamil Basaiev fue nombrado comandante "todopoderoso" de los combatientes islamistas.
Confrontado a su primera crisis, Vladimir Putin no podía sino declarar que "la situación en Daguestán volverá a la normalidad dentro de una semana y media a dos semanas".
Después de restablecer la calma -agregó- será necesario "consolidar al poder local y eso tomará más tiempo".
Su predecesor, Serguei Stepachin, fue destituido en realidad porque no supo imponer el orden en el Cáucaso ruso. Pero los observadores se preguntaban a principios de agosto, cuando se proclamó el Estado estrictamente islámico de Daguestán, sobre la estabilidad de Rusia y la credibilidad de sus primeros ministros, tan efímeros como "mediocres". Stepachin es el cuarto primer ministro ruso destituido por Yeltsin en 17 meses.
En conclusión, Rusia pasa por un momento difícil pues no ha podido hacer frente a los fenómenos del extremismo islámico y la mafia a unos cuantos meses de la realización de sus elecciones legislativas y con Yeltsin acusado de corrupción.
Verónica Valenzuela González, periodista egresada de la Universidad Iberoamericana, es reportera de El Financiero.
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