«Nuestras puertas están abiertas para todos. Hombres ricos, pobres, delincuentes, yihadistas. Todos deben convertirse al auténtico Islam». El hermano Kamal Ahmed es el responsable de uno de los cuatro grupos de captación que Yama'a Tabligh tiene en Islamabad.
Sonriente, siempre hablando en voz baja, tocado por un turbante blanco y con la barba obligatoria, Kamal vive con su mujer y sus tres hijos en el centro de la capital, a pocos minutos de la mezquita del Mercado de Farukia. A ella acude cada día para realizar las cinco oraciones obligatorias junto a todos los hermanos del Tabligh.
Este enviado especial ha pasado una semana en compañía de este grupo, ahora bajo sospecha tras las detenciones de los paquistaníes que pretendían atentar en Barcelona y de los que se cree que podrían estar en relación con el Tabligh. Nacido en los años veinte en la India, el Yama'a Tabligh al-Dawa (Congregación para la Propagación del Islam) es el movimiento islámico de predicación más importante del mundo y sigue los principios de la escuela Deobandi, la misma que inspiró el nacimiento de la corriente talibán.
Sus miembros viajan de forma voluntaria y usando sus propios recursos por todo el mundo para predicar en las comunidades musulmanas e intentar acercarlas a su visión de un islam renacido. El objetivo es conseguir conversiones dentro de los propios musulmanes para este islam «purista», que quieren sin mancha alguna del mundo exterior, o dicho a su manera, devolver a la mezquita a todos aquellos que se habrían alejado del Corán por la contaminación de su entorno.
Movimiento universalista
Las últimas detenciones en Barcelona han encendido la alerta roja en torno a las actividades del grupo en España. Aunque los expertos no lo califican de abiertamente «terrorista», muchos coinciden en que se ha convertido en una plataforma usada por los radicales yihadistas para conseguir una base ideológica y espiritual antes de pasar a la acción. Los servicios de inteligencia occidentales también lo consideran un vehículo usado por los extremistas para viajar al extranjero sin levantar sospechas. Ambas aseveraciones, sin embargo, son puestas en duda por responsables del ISI -servicio de inteligencia paquistaní-, que aseguran: «No hay peligro alguno. Ni les conseguimos hacer luchar en la guerra contra los soviéticos, ni los actuales militantes van a atraerles a su causa».
En Pakistán cuentan con el respaldo absoluto de las autoridades, que les ofrecen importantes descuentos en los vuelos de la aerolínea nacional (PIA) para sus misiones en el extranjero o les facilitan el acceso a excedencias cuando trabajan en empresas estatales. «Se podría afirmar que cada paquistaní es un tabligh en potencia, casi todos hemos pasado por los grupos durante al menos tres días y les respetamos por su gran trabajo», afirma Mushahid Hussein, secretario general del PML-Q, partido del presidente Pervez Musharraf.
Ahora bien, según un informe de la organización Athena Intelligence, realizado en marzo de 2007 por Sol Tarrés y Javier Roldán, en España se han dado al menos cinco casos de «relación puntual» entre el Tabligh y los grupos yihadistas. El primero fue el de Hamed Abderrahman, quien, con la excusa de un viaje para estudiar en un centro de la organización en Pakistán, ingresó en un campo de entrenamiento yihadista, cruzó la frontera y combatió en Afganistán, donde después sería detenido por las tropas de la coalición y enviado a Guantánamo.
En segundo lugar, la red de Abu Dahdah -el grupo que apoyó desde España el 11-S- usó el Tabligh para captar a simpatizantes, como los marroquíes Amer Azizi, Khalid Zeimi o Mustafa El-Maymouni. A uno de los cerebros del 11-M, Serhane Abdelmajid, El Tunecino, también se le vio frecuentar grupos tabligh, al igual que al marroquí Aziz El-Bakri, asiduo de las reuniones del grupo en Barcelona antes de morir en combate en Irak. Por último, en la operación policial «La Unión», llevada a cabo en 2005, se detuvo a Mohamed Srifi Nali, cercano a los grupos de predicadores de Málaga y Sevilla donde pretendía captar a terroristas suicidas para Irak o Chechenia.
Los responsables del movimiento en Islamabad aseguran no conocer uno solo de los nombres anteriores -ni a los recientemente detenidos- e insisten en la transparencia de las actividades de la mezquita barcelonesa de Tariq Bin Ziyad, lugar que han visitado muchos de ellos de forma temporal en visitas realizadas por carretera desde suelo francés. Aunque sí reconocen que uno de los problemas a los que se enfrentan es la facilidad con que los grupos yihadistas se acercan a los más jóvenes tablighí y les empujan a la violencia, «pero en ese momento dejan de ser del tabligh», afirman. Según Humayoun Niaz, responsable del envío de hermanos al extranjero, «es posible que un 1 por ciento de nuestros hermanos se desvíen del camino», lo que supone un número considerable teniendo en cuenta que tan sólo en la última reunión internacional de la organización, que se celebró el pasado mes de noviembre en Raiwand, se dieron cita un millón y medio de personas. Un 1 por ciento de esa cantidad son 10.500 yihadistas.
Cada vez más conversiones
Los tres centros principales del Tabligh se encuentran en Bangladesh, India y Pakistán. Y los grandes directores espirituales del movimiento son los ulemas Saad y Zubair, en India, y Abdul Waha, en Pakistán. Ya no hay un murshid (máxima autoridad religiosa) y el grupo se rige exclusivamente por las decisiones tomadas por una mashura (consejo) de diez miembros, tal y como lo dejó escrito en su testamento el último gran murshid de la organización, Inam ul-Hassan. Este esquema se repite desde su estructura internacional hasta el último de los grupos de barrio. El Tablig también cuenta con madrasas (escuelas coránicas) propias, fuera del control del Ministerio de Asuntos Religiosos, que usan métodos educativos particulares. Cada vez más hermanos envían a sus hijos a estos centros, que se han convertido en un punto más de captación que asegura el futuro del grupo.
Hasta la habitación de Abdul Waha, en Raiwand, a escasos kilómetros de Lahore, siguen llegando emisarios de Bin Laden y del mulá Omar pidiendo que rece por ellos, «pero siempre se ha negado y les ha acusado de usar la yihad para su propio beneficio», sentencia Humayoun, que vivió en Afganistán durante los años de los talibanes y como tablighí ha recorrido los cinco continentes.
La estructura es sólida, pero no hay registros, ni listas detalladas sobre el número de hermanos, sólo se guardan los nombres de aquellos que parten al extranjero. Tampoco se permite hacer fotografías en sus reuniones semanales. Desde los tres cuarteles generales salen directrices ideológicas únicas, cuya esencia es la predicación de los seis pilares o siffat, que abarcan todos los aspectos de la vida cotidiana para hacerla plenamente islámica: la convicción de la fe, la oración, el recuerdo constante de Dios, honrar a los demás musulmanes, la sinceridad de propósito y trabajar por la religión.
«Funcionamos de la misma manera en todo el mundo, no hay espacio para interpretaciones. Corán hay uno y lo seguimos al pie de la letra. Debemos preparar a todos los hermanos para el día del Juicio Final. La meta es el paraíso», informa Kemal.
La captación se realiza puerta a puerta. Se invita a los hermanos a acercarse a la mezquita más cercana y el vínculo nace de forma paulatina. Cuando ya se ha entrado en la dinámica de las cinco oraciones diarias, se pide un mayor compromiso. En formaciones de cinco a diez personas los nuevos tablighís conviven durante tres días en la mezquita. «Tu vida cambia. Yo soy otra persona desde el fin de mis tres días», asegura Kwaja Muhammad, militar retirado que a sus sesenta años ha pasado a formar parte del Tabligh. Ahora luce barba, reza, ha dejado el alcohol y el tabaco y le queda por delante la dura tarea de convertir a su familia, ya que «lo primero que nos va a preguntar Alá antes de juzgarnos será si hemos conseguido convertir a los más próximos».
El segundo paso abarca un período de cuatro meses en los que el grupo de hermanos viaja a Raiwand para aprender la técnica de la predicación, y emprende salidas por todo el país para realizar ejercicios prácticos. Completada esta etapa, queda por delante un período de dos años en el que cada integrante debe dedicar a la causa al menos cuarenta días al año de forma exclusiva. Al final del ciclo, uno ya está listo para salir al extranjero.
El salto de algunos jóvenes que han tenido contacto con el Tabligh a organizaciones terroristas ha sembrado de dudas las actividades de una organización con ochenta años de trabajo. Hasta ahora nunca había sido calificada de «peligrosa» por los aparatos de inteligencia de los gobiernos occidentales, pero cada vez más puertas, como la de España, están cerradas para ellos ante las dudas razonables que suscitan.
POR MIKEL AYESTARÁN. ISLAMABAD
ABC.es 03-02-2008
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