Francia vanguardia de los politicos cobardes de Europa



“Chirac no, Como sabes, hace dos semanas estuvo aquí en visita oficial... no una visita ad hoc. Vio las masacres de las dos Torres, supo que los muertos son un número incalculable e, incluso, inconfesable, pero no se conmovió.
Christiane Amanpour le preguntó más de cuatro veces de qué forma y en qué medida pensaba luchar contra esa yihad y, las cuatro veces, Chirac evitó dar una respuesta. Se escurrió como una anguila. Me daban ganas de gritarle: Monsieur le President, ¿recuerda el desembarco de Normandía? ¿Sabe cuántos americanos murieron en Normandía para expulsar a los alemanes de Francia?”

Oriana Fallaci

Y que le vas a hacer mi querida Oriana, si los políticos de Francia, muchos de sus intelectuales y la gran mayoría de sus fuerzas progresistas son, como bien tu sabes, comunistas que no pueden vivir sin el buen queso y el magnífico vino que produce el competitivo capitalismo que existe en el ámbito del campo. ¿Qué sería del guerrillero Régis Debray sin una buena botella de Tinto con la que olvidar su cobardía en los páramos bolivianos. Dicen los entendidos que para que no hablara más de la cuenta tuvieron incluso que pegarle, pues aquello no parecía un interrogatorio sino el texto memorizado de “La crítica de las armas” en un confesionario Talibán.

Como cubano que huyó del régimen castrista siempre me pregunté qué me ocurriría si, en caso de tener que atravesar fronteras me detenían en Francia. Y gracias a Dios Suiza me dio la libertad, pues al querer visitar amigos y familia en España, Francia me exigió una visa. Francia, país signatario de la Convención de Naciones Unidas para los refugiados del 28 de julio de 1952, me explicaba, en su sede diplomática de Berna, que si yo no fuera un apátrida del régimen de Fidel Castro podría entrar y salir del país con mi pasaporte cubano tantas veces lo deseara. Después, ya se vio como François Mitterrand recibió a su homólogo (forma que tienen de llamarse entre ellos los hijos de...), con todos los honores para mayor deshonor.

Por eso, nunca visito Francia y sólo la atravieso (sin pagarles por la visa, claro está) para visitar España. Francia se ha convertido en el país de las manifestaciones arabe-socialistas. Los empresarios galos que a duras penas sobreviven cerca de la frontera Suiza tienen que comprar aquí la gasolina, o utilizar las autopistas helvéticas para ir a trabajar. La moda de las huelgas progresistas se los impide y a cada rato se produce una de ellas. Huelgas para que los alemanes no compren los tomates españoles, huelgas para que los británicos no vendan sus productos en España, huelgas para que la ingeniería genética no siembre cereales transgénicos, huelga para destrozar algún que otro McDonalds, y con cada huelga, el cierre o bloqueo de las autopistas para que todo el mundo se jorobe.

Desde que los argelinos mandaron a los franceses a donde los cubanos mandamos a los españoles, en ambos países, pero sobretodo en Francia, se ha creado una cultura del respeto que en términos criollos se podría catalogar de “espanto”. Espanto es lo que sienten los franceses cuando deben referirse a los árabes e incluso, pánico es lo que demuestran cuando tienen que apresarlos a sabiendas de que son ellos los que han puesto las bombas en el Metro de París.

Un amigo francés llegado de Marsella me decía que prefería vivir en Uganda antes que regresar a su ciudad natal. El motivo, simplemente que el 97 % de la población de Marsella era de origen árabe y que las mezquitas abundaban más que los kioscos con croissants.

Hoy, los “hermanos musulmanes” hablan de atacarnos con armas nucleares, químicas, o biológicas. Hoy los árabes refuerzan su alianza con Castro (al que tienen como punta de lanza a 90 millas del enemigo decimonónico) y Francia, el país de la Libertad, la Igualdad, y la Fraternidad es su mejor aliado en el corazón de Europa. Uno y dos detenidos por aquí, cuatro o cinco detenidos por allá, y un intenso lobby diplomático para desautorizar a los Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo.

Según el pomposo gobierno de la “Republique Francaise” van a enviar 2000 soldados para ayudar en la lucha conjunta contra el terrorismo. ¿No es una cifra que convierte a una de las locomotoras de la Comunidad Europea en el vagón de cola? ¿2000 soldaditos? ¿Para qué? ¿Es esta la Francia que quiere deshacerse de la OTAN para confiar sus libertades a las “Euro-Fuerzas de Intervención”?

Perdónenme, pero Francia, sus políticos electos, y todos los que los han elegido se merecen una de mis más estruendosas trompetillas. Para los franceses tal parece que los Estados Unidos quedan lejos, y ya vemos en las calles de París lo que ello significa. Cada día menos champagne y más té, menos caviar y más cordero. Y no lo entienden, que es peor y cuesta más creerlo. El mundo entero repetía con asombro las imágenes de los atentados en los Estados Unidos y la televisión francesa repetía las imágenes de júbilo de los niños y las mujeres del West Bank. ¡Válganos Dios! Francia haciéndole eco a los que dicen que el Corán predica la paz. Y todo, como si se tratara de un resumen aún más censurado que el de la CNN (al-Coran National Network).

Debe ser una paz como la que predica Castro y que se traduce en 33 guerras de guerrillas apoyadas por él para exportar “su” comunismo. Debe ser la paz que le arranca la cabeza a una mujer por mirar a cara descubierta a un hombre. Según las estadísticas de la OMS Francia cuenta con 18 millones de alcohólicos necesitados de tratamiento. ¿Se imaginan? 18 millones de condenados a muerte en un régimen como el de los Talibán. Y nadie hace nada por contrarrestar esa incultura que se les mete hasta no se sabe dónde, pero que acabará por transformar un día a Francia en el emirato más impuro del mundo occidental. Antigua provincia rebelde de Argelia...dirán.

Como cubano, y como cubano crítico con la desastrosa política exterior de España respecto a Cuba, les digo que por primera vez me he quitado el sombrero respecto a la posición que a tomado en este conflicto. José María Aznar ha dejado chiquito a Monsieur le President (como dice Oriana Fallaci), o Monsieur Grimace, como le diría yo. España se está portando como un país de primera línea occidental (aunque no lo es) y ha dejado a Francia convertida en una potencia militar de cuarta categoría (según los expertos militares de la OTAN que contaban con un apoyo francés similar al de la Guerra del Golfo).

Alemania e Italia, como siempre, han puesto al servicio de la Alianza todos sus aeropuertos, pero Francia, la despampanante “Republique Fraternelle”, enviará únicamente 2000 soldados.

Dios me libre de traducir este artículo al francés, pues Francia, la de la “Libertad, la Igualdad y la Fraternidad” es capaz de mandarme a la guillotina. El patriotismo francés es como la fe islámica. Nadie puede dialogar con un patriota francés y echar junto a él un vistazo a los errores de la historia... ¡ni soñarlo! Se los dice uno que conoció bastante a los cooperantes franceses que iban a Cuba a destrozar nuestros ecosistemas con la minería y los pesados camiones Berliet. Se los dice uno que sabe lo grotesco que pueden llegar a ser estos fanáticos bonapartistas a los que poco les faltaba por gritar ¡Allah akbar! Allah akbar! cada vez que veían pasar el jeep verde olivo de Fidel Castro.

Pero pongamos fin a este artículo y cerrémoslo con un corolario oportuno, ya que continuar criticando a Francia puede incluir mi nombre en una lista de “búsqueda y captura” de la Interpol. Así las cosas, y dado que mis palabras serán tergiversadas como un mensaje “racista” por todos aquellos que gustan clasificar las palabras de manera impropia, déjenme aclararles algo: son los árabes los que irán a Francia a colocar petardos en los Campos Elíseos, son ellos los que rezarán el Corán en medio de una misa católica en Notradame, ellos son los que infringirán las leyes y las normas de Francia, o quienes les exigirán a los franceses respeto por sus costumbres. Porque su cultura y su tradiciones son las que hay que respetar, y porque saben que Francia es un país atemorizado por el chantaje musulmán.

Cada cual es dueño de su propia casa y los franceses hace rato que la comparten con el árabe que se la destruye. Vean sino como los argelinos censuran, critican e insultan al gobierno y las organizaciones que los acogen en Francia para que no les decapiten en su país de origen. Sigan así y pronto, en lugar de Marsellesa, tendrán a un Muecín cantándoles un nuevo e incitante himno. Esperen un poco y verán como los piticos de los musulmanes bañarán de orina las estatuas de sus mejores próceres, o como la tumba de Charles De Gaulle será convertida en una letrina persa. Sigan como van y verán como toda la prostitución, toda la droga, y todas las inmundicias que el Corán dice prohibir, serán entronizadas por esta raza de oportunistas en su propio territorio.

La bella Turín que conoció mi padre hoy se parece más a Gaza que a la ciudad que fuera la capital del famoso reino de Cerdeña, los altos barrios en los que vivió en París hoy le recuerdan Argel. La mayoría de los pueblos del sur de España, gracias a los marroquíes, lucen como si fueran vecindarios pobres del Cairo. Y todo se tornará cada vez peor, y a los hijos de Allah se les llamarán “refugiados políticos”, o “mano de obra barata” (que ni Francia ni Europa necesita), y cuando esto salga publicado, este defensor de los derechos de su propia cultura será nombrado racista por criticar al musulmán que roba. Racista por alertar que el musulmán nos odia. Racista por llamar estúpidos a quien no escucha, o cobarde una y mil veces a todos aquellos franceses que se mueren por respetar la cultura de quienes menos respetan la suya.

Carlos Wotzkow

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