EL ARQUEOFUTURISMO - Prólogo (Guillaume Faye)

El mundo moderno es semejante a un tren cargado de municiones que arremete en la niebla, en una noche sin luna ,con todas las luces apagadas.
Robert Ardrey

El Sol volverá, y será de piedra
Maurice Rollet


EL ARQUEOFUTURISMO (Guillaume Faye)

PRÓLOGO

Después de una trayectoria atípica –desde el mundo del show-business, el mundo del enemigo, hasta la prensa popular- Guillaume Faye, uno de los teóricos principales de la Nueva Derecha, inactivo desde 1986, vuelve al combate de las ideas, con nuevas municiones ideológicas, nuevos conceptos, que algunos juzgarán revolucionarios o subversivos.
En estos momentos de cambios profundos, Guillaume Faye preconiza un pensamiento “duro”. Su objetivo es reforzar el acervo ideológico de los sectores políticamente incorrectos que luchan contra el pensamiento único y el Nuevo Orden Mundial, tanto en Francia como en Europa, con unos parámetros para la reflexión inimaginables e impensables hasta la fecha.

Fiel a su reputación sulfúrica, sin preocupaciones por los tabúes, Guillaume Faye propone una reflexión radical y provocadora, una visión escandalosa para los ideólogos bien-pensantes de la modernidad. Una visión nietzscheana, “del martillo”, una visión a la medida del “siglo de hierro y fuego” que se está preparando.

El siglo XXI empezó en 1989, tras la caída del Muro de Berlín, la historia se ha acelerado. Frente al peligro mortal y polimorfo -las “líneas de catástrofe”- que amenaza nuestro Continente a corto plazo (inmigración de conquista en el suelo europeo, caos del Sur, crisis económica y financiera global del capitalismo transnacional, catástrofe ecológica, etc.), Faye ofrece a nuestra familia de pensamiento, y sobre todo a la juventud, las armas intelectuales de la rebelión, de la liberación y del renacimiento...

Militante europeo desde siempre, intelectual creativo, Guillaume Faye es un visionario, un arquitecto de las ideas. Un Trabajador intelectual, tal como lo definió Ernest Jünger. Su análisis implacable del fracaso global de la modernidad y las soluciones arqueofuturistas que preconiza, se concluyen –en una novela corta- mediante una visión de «Gran Política », a la manera nietzscheana, una visión para después de la Gran Catástrofe mundial, argumentada mediante el hilo conductor del «constructivismo vitalista », una Nueva Edad de Oro y de Voluntad creativa para el Imperio Eurosiberiano, el más grande de la Historia...

Desde Lisboa hasta Behring, desde las tierras heladas del Ártico hasta las islas del Sol victorioso, los pueblos-hermanos de Europa tienen que unirse frente al Gran Fracaso, para que el espíritu plurimilenario de nuestra comunidad de sangre pueda renacer en todo su esplendor... El mito imperial... El mito del Siglo XXI...

Por Pedro Pons

INTRODUCCIÓN

El hilo conductor de esta obra lo constituyen tres tesis que se enlazan de manera lógica.
La primera: esta civilización, hija de la modernidad y del igualitarismo, está viviendo su apogeo final, está amenazada a corto plazo por un cataclismo planetario, a causa de una convergencia de catástrofes.

Antiguamente, muchas otras civilizaciones cayeron, pero siempre fueron desastres regionales que no afectaron a toda la humanidad. Hoy, por primera vez en la Historia, una civilización mundial, extensión planetaria de la civilización occidental, está amenazada por unas líneas convergentes de catástrofes que se deducen de la aplicación de sus propios proyectos ideológicos.
Una serie de encadenamientos dramáticos convergen hacia un punto fatídico, que sitúo en el inicio del siglo XXI, entre el 2010 y el 2020, para precipitar el mundo tal y como lo conocemos en el caos, con la amplitud de un seísmo civilizacional. Las “líneas de catástrofes” conciernen a los temas de la ecología, la demografía, la economía, la religión, la epidemiología y la geopolítica.

La civilización actual no puede durar eternamente. Sus fundamentos son contrarios a la realidad. No se enfrenta a unas contradicciones ideológicas –que siempre son superables- sino, por primera vez, a un muro físico.La antigua creencia en los milagros del igualitarismo y de la filosofía del progreso, que afirmaba que era posible obtener siempre más, ha muerto.Esta ideología angelical ha creado un mundo cada día menos viable.

Segunda tesis: en dominios cada vez más diversos, las mentalidades y las ideologías ya no se encuentran adaptadas al mundo moderno, individualista e igualitario.
Para afrontar el futuro, se deberá recurrir a una mentalidad arcaica, es decir, premoderna, inigualitaria y no-humanista, que restaurará los valores ancestrales de las “sociedades de orden”.

Ahora bien, los descubrimientos de la tecnociencia, particularmente en temas de biología e informática, no pueden administrarse por medio de valores y de mentalidades humanistas modernas; hoy los acontecimientos geopolíticos y sociales están dominados por cuestiones religiosas, étnicas, alimenticias y epidémicas esto implica una vuelta a los interrogantes primordiales.

Propongo, pues, una nueva noción, el Arqueofuturismo, que permite romper con la obsoleta filosofía del progreso y con los dogmas igualitarios, humanistas e individualistas de la modernidad, inadaptados para pensar el futuro, y permitirnos sobrevivir en el siglo del hierro y del fuego por venir.

Tercera tesis central: a partir de ahora tenemos que proyectar e imaginar el mundo para después del caos, el mundo de después de la catástrofe, un mundo arqueofuturista, con criterios radicalmente diferentes de los de la modernidad igualitaria. Aquí bosquejo un simple esbozo. Es inútil reformar las cosas con sabiduría y con discernimiento provisional; el hombre es incapaz de hacerlo. Cuando se está entre la espada y la pared, en situaciones de emergencia, el hombre puede reaccionar. Lo que estoy proponiendo en estas páginas es un tipo de práctica mental para el mundo de después del caos.

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La palabra “Revolución Conservadora”, utilizada a menudo para definir mi corriente de pensamiento, es insuficiente. Este vocablo, “conservador”, tiene una connotación desmovilizante, antidinámica, un tanto rancia, pues no tenemos que “conservar” el presente ni volver a un pasado reciente que ha fracasado, sino reapropriarnos de las raíces más arcaicas, es decir, de las más conformes a la idea de victoria. Un ejemplo, entre otros, de esta lógica inclusiva: pensar juntos la tecnociencia y el arcaísmo. Reconciliar a Evola con Marinetti; al Doctor Fausto con El Trabajador.

La disputa entre “tradicionalistas” y “modernistas” es ya estéril. No tenemos porqué ser ni lo uno ni lo otro, sino arqueofuturistas. Las tradiciones deben ser expurgadas, enjuagadas, seleccionadas. Pues muchas de ellas son pordadoras de unos virus que ahora están explotando. En cuanto a la modernidad, ni tiene ningún futuro.

El mundo futuro, tal y como lo presintieron Nietzsche y el gran filósofo Raymond Ruyer, injustamente –o justamente ignorado, será conforme a esta conjunción de contrarios.

En este libro propongo también una definición positiva sobre el concepto impreciso y siempre bastante neutro de “posmodernidad”, con una nueva palabra para denominar a una ideología que debemos de edificar, el constructivismo vitalista.

“Convergencia de catástrofes”, “arqueofuturismo”, “constructivismo vitalista”: siempre he intentado crear nuevos conceptos, pues sólo mediante la innovación ideológica se pueden evitar las doctrinas fijadas y obsoletas en un mundo que está cambiando rápidamente y donde los peligros se concretan; porque un pensamiento equipado con armas permanentemente renovadas puede ganar la “guerra de los conceptos”, imponer la realidad y movilizar los espíritus.

No propongo dogmas, sino pistas; mi intención no es imponer mis propias tesis (que provienen de la doxa socrática, de la “opinión” discutible), sino crear un debate en torno a unas cuestiones cruciales, para así destruir el ambiente actual de insignificancia, obcecación y pobreza ideológica, voluntariamente creado por el sistema para distraer la atención y así disimular su fracaso general.

En una sociedad que declara subversiva toda verdadera idea, que busca desalentar la imaginación ideológica, que quiere abolir el pensamiento en beneficio del espectáculo, el objetivo principal debe ser el despertar de las conciencias, plantear los problemas traumatizantes, crear electrochoques ideológicos, ideochoques.

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No era mi intención el escribir un ensayo tradicional, dividido en capítulos, pesado, he intentado bosquejar un cuadro mediante enfoques de intensidades desiguales, para así facilitar la lectura. He intentado también abordar los sujetos conexos, como lo es, por ejemplo, la colonización de Europa por los pueblos afroasiáticos, púdicamente bautizada como “inmigración”.Al final del libro, podréis leer una pequeña novela de política-ficción, en un mundo arqueofuturista, después del caos, en el año 2073, en el corazón de la Federación Eurosiberiana.

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En estos momentos de cambios profundos, debemos romper con el “pensamiento débil”. Algunos, consideran muchas de mis palabras ideológicamente delincuentes en relación a la ideología hegemónica y al coro pseudovirginal de los bienpensantes. Efectivamente, se trata de palabras ideológicamente delincuentes.

¿Por qué, desde hace trece años, no he escrito ningún texto ideológico? ¿Por qué, ahora, un retorno al combate de las ideas?
En primer lugar, porque después de un largo tiempo situado dentro del dispositivo del “enemigo”, he compredido muchas cosas y he podido renovar y reajustar mis puntos de vista. Cuando al final nos oponemos de forma radical a un modelo de sociedad dada, nuestro deber es el conocerlo a fondo, desde dentro. Siempre es interesante estar dentro del corazón del dispositivo militar del adversario, estar en el mundo sin ser del mundo. Técnica de la cobra.

Y además, porque la dureza de lo que está en juego y la agravación de los signos que anuncian –en mi opinión-, las catástrofes, me han impuesto volver al combate y revisar algunas ideas que han sido mías durante el tiempo de mi compromiso con la llamada Nueva Derecha, para escoger vías más conformes en la situación de emergencia (el Ernstfall de Carl Schmitt) que estamos viviendo.
Es cierto que las nuevas pistas que os propongo son más radicales que las defendidas hace trece años. “Radical” no es sinónimo de “extremista”, sino de “fundamental”.

La suerte histórica de nuestra corriente de pensamiento es:
1) Los hechos nos dan la razón.
2) El sistema global, construido por el adversario ideológico, se enfrenta al muro de lo real y conduce al abismo, en la escala europea y en la planetaria.
3) La ideología hegemónica no tiene nada que proponer, carece de soluciones, pues las soluciones implicarían su autonegación. Su única respuesta: simulacros y simulaciones, hacer olvidar, desviar la atención: la estrategia del “espectáculo” descrita por Guy Debord, una estrategia del vacío.

Estamos frente a un vacío ideológico de valores gastados y embotados, ante una impotencia los sentidos. Y los intelectuales oficiales no tienen Viagra mental para estimularlos. Es una oportunidad coyuntural que tenemos que aprovechar.

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Tenemos que reapropriarnos de nuevo de la idea de Revolución, noción descarriada y traicionada por las imposturas de la izquierda desde hace dos siglos. Antiguamente, el diario Combat [Diario nacido durante la Segunda Guerra Mundial en los sectores socialistas de la «resistencia » francesa] enarbolaba este bello eslogan: “De la Resistencia a la Revolución”. Efectivamente, no es suficiente resistir a las destrucciones que ya han empezado y que van a amplificarse con una potencia difícilmente imaginable, sino proyectar el “después del sistema” conforme a una visión del mundo [ Guillaume Faye usa la palabra francesa «conception-du-monde », traducción tradicional de la palabra alemana y nietzscheana «Weltanschauung »] (y más allá, según las ideologías y las doctrinas que se derivarán de ella) realmente revolucionaria, es decir, en ruptura radical con los valores y las morales actuales; para acostumbrar a los espíritus al mundo futuro, para preparar unas minorías activas a vivir esta ruptura y a adoptar sin problemas de conciencia una ética arqueofuturista.

Lo que nuestra corriente de pensamiento –en un sentido amplio, y que debe de unificarse a escala europea sin pensar en las pequeñas peleas de capilla- tiene que asimilar deriva del monopolio del pensamiento alternativo, el monopolio del pensamiento rebelde. Aprovechemos la crisis global actual para formular proposiciones que provoquen el despertar de las conciencias jóvenes.

No tenemos que ser mitificar el pasado, ser restauradores o reaccionarios, porque el pasado de los últimos siglos ha creado la sífilis que nos corroe. Tenemos que ser de nuevo arcaicos y ancestrales e imaginar un futuro que no sea la prolongación del presente. Frente al pasadismo, el arcaísmo. La modernidad fracasa, se derrumba. Sus partidarios son los verdaderos reaccionarios.

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Nos encontramos frente a los Bárbaros. El enemigo ya no está fuera, sino dentro de la Ciudad; y la ideología hegemónica, paralizada, es incapaz de identificarlo. Balbucea, inundada de su propio desarme moral. Va a zozobrar y tenemos que coger el relevo. Esta sociedad es cómplice del mal que la corroe. Porque si las ideas de nuestra corriente de pensamiento llegan a ser eficientes y alternativas, serán acusadas por el coro de las falsas vírgenes con estos dos anatemas diabólicos: subversión y sedición. ¿Por qué no?

Es natural. No tenemos porqué huir del combate ni quejarnos de las censuras y de las persecuciones, ni extrañarnos de que la ideología hegemónica infrinja sus propios principios para combatir a su enemigo absoluto.

Frente al sistema, y más precisamente frente a la izquierda intelectual -su principal perro de guardia-, nuestra corriente de pensamiento y nuestras fuerzas políticas se encuentran en la misma situación que los izquierdistas y los anarquistas en Mayo del 68.
Con notables diferencias: primero, los izquierdistas y los “ácratas” de la época dirigieron un combate obrerista, pasadista, simbólico, sin riesgos reales; segundo, los izquierdistas y el poder de derechas fueron partícipes en el fondo de la misma ideología igualitaria, únicamente contrapuesta por grados de formulación y de intensidad diferentes.
En cuanto a la extrema izquierda actual, representa, escondida detrás de una pseudocontestación, el papel de aceleradora de la ideología y de la praxis oficiales. Pero en verdad no contesta al modelo global de civilización o de economía dominantes.

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En cambio, entre nuestras fuerzas y el sistema, volvemos a una configuración que fue la de los años treinta: no es posible ningún punto de acuerdo (salvo por parte de muchos traidores potenciales de la derecha parlamentaria politicastra), sino una fuerte estrategia de guerra. Desde el momento en que vamos a adoptar una posición revolucionaria –es decir, que nuestro objetivo es la destrucción total de esta civilización- asistiremos a un combate total, sin piedad. El enemigo tenderá, por pura lógica, a eliminarnos definitivamente con todos sus medios.

Según el famoso verso de Hölderlin “estamos en la medianoche del mundo”. Y cuando el Sol despunte, el futuro tendrá que pertenecernos. Giorgio Locchi decía lo mismo: estamos viviendo en un Interregnum, entre la caída del sistema y la erección de un nuevo universo que será metamórfico.

Es urgente construir una visión del mundo mínimamente común a nuestra corriente de pensamiento, a la escala europea, que debe transcender las riñas secundarias sobre doctrinas o sensibilidades. La noción de arqueofuturismo puede, sin duda, ayudarnos. “El hombre del futuro será el que tendrá la memoria más larga”, profetizaba Nietzsche.

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Evidentemente, soy fiel a la noción global de “nacionalismo”, pero una noción extendida a una dimensión continental, europea y no solamente francesa, heredada de la dudosa filosofía de la Revolución Francesa.
Ser nacionalista hoy es dar de nuevo a esta noción su primera significación etimológica: “defender a los nativos de un mismo pueblo”. Es una ruptura con la noción tradicional, heredera de la filosofía igualitaria del Aufklärung[ La palabra alemana «Aufklärung » se traduce en francés por «Lumières », o en castellano por «Las Luces ». Evidentemente, hablamos del pensamiento del Siglo XVIII, el de Rousseau, Voltaire, Diderot o Kant. ], de la nación y de la ciudadanía.

Ser nacionalista hoy es abrirse a la dimensión de un “pueblo europeo” que existe, que se encuentra amenazado y que no tiene aún las armas para defenderse. Se puede ser “patriota”, partidario de la patria subcontinental, pero sin olvidar que, orgánicamente, ella es una parte del pueblo común cuyo territorio natural e histórico -y cuya fortaleza- se extiende desde Brest hasta el estrecho de Behring.

Es verdad que la Europa actual, este “Truco”[La palabra francesa «Machin », hace referencia a una declaración famosa del General De Gaulle sobre el tema de la ONU, para ridiculizar su inacción.], tiene que ser combatida en su forma. Pero esta tendencia, historial, de los pueblos europeos a agruparse frente a la adversidad, tiene que ser defendida desde la base.
Mis proposiciones, en este libro, en favor de los Estados Unidos de Europa o de la Federación Eurosiberiana, chocarán a más de uno. Pero que la gente me entienda: no soy un partidario ni de la Europa molusca del Tratado de Amsterdam, ni un enemigo de Francia o de cualquier otra nación de Europa.
Una vez más propongo pistas, coloco bombas para crear un debate, indico unas “líneas de valor”, pero en ningún caso me sitúo en una doctrina cerrada.La juventud europea, la verdadera, exige nuevas ideas, a la medida de los peligros actuales, no ensueños videomorfos o llantos humanitaristas.
La “generación Mitterrand”[Generación nacida después de la victoria socialista de 1981. Es el símbolo de una generación sin valores] ha muerto, engullida por el ridículo y paralizada por el fracaso. Ahora debe levantarse la generación disidente. Se debe de imaginar lo inimaginable.

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Si no quiere desaparecer, nuestro pueblo, el de Toulouse, de Rennes, de Praga, de Munich, de Anverso o de Moscú, tendrá que volver a poseer su virilidad ancestral. De otra forma, seremos –lo que ya es el caso- inundados por otros pueblos más vivaces, más jóvenes y menos angelicales, con la complicidad de una burguesía degenerada que también será arrastrada por el maremoto que ingenuamente habrá provocado.

Atrevernos a pensar lo impensable. Atrevernos a proseguir y explorar las pistas abiertas por un visionario, un tal Friedrich Nietzsche. De la Resistencia a la Revolución, de la Revolución al Renacimiento.

Guillaume Faye

1 comentario:

  1. Anónimo11/3/08

    En el 2010 empezaremos de nuevo. Visita mi blog: arqueoartefuturo.

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