Antisemitismo en la prensa Europea



SÍ, es verdad que Israel aplica de un modo odioso la vieja ley del Talión. Sí, es verdad que los soldados del Tsahal o los misiles de la aviación matan en ocasiones a niños y mujeres con despreocupada indiferencia.
Pero los niños indefensos muertos a manos de los israelíes siempre parecen más indefensos y hasta más niños que los niños indefensos israelíes que mueren en atentados terroristas palestinos.

La prensa europea es mayoritariamente antisemita, o antisionista, o simplemente antiisraelí. Lógico; la mayoría de los periodistas europeos con capacidad de influencia se formaron en los años de la Guerra Fría, bajo cuyo esquemático mapa político Israel era una sucursal imperialista de los Estados Unidos y los palestinos gozaban de la simpatía de la izquierda y del apoyo soviético.

En esos años, lejano aún el fantasma del integrismo islámico, se forjó el mito de la resistencia guerrillera, de la legitimación moral del terrorismo, de la satanización del Estado judío como un leviatán belicista y vengativo que diluía con su crueldad expansionista la simpatía liminal de las víctimas del Holocausto.

Mitos, es decir, causas prefabricadas, tótems de la propaganda, fetiches de consumo ideológico, reduccionismos de una realidad compleja, sinuosa, retorcida. Y, sobre todo, dominada por un odio de milenios que el maniqueísmo eurocéntrico simplifica en banales etiquetas de prejuicios.

No hay buenos y malos en el conflicto de Oriente Medio, que es un pleito sangriento enredado en los vericuetos de la Historia hasta los confines del Antiguo Testamento.
Hay dos pueblos con el mismo derecho a la existencia enfrentados a muerte por un suelo que ya no saben ni pueden compartir.

Ninguno de esos pueblos es inocente, porque todos han derramado sangre propia y ajena, hasta tal punto que nadie podría con justicia precisar quién empezó primero. La sangre llama a la sangre, y en el territorio de la Biblia suena más fuerte que en ninguna otra parte el grito de Caín. Pero...

Pero Israel es la única democracia de esa región azotada. Un pequeño y próspero Estado de aires occidentales, blindado por un poderosísimo ejército, asentado a duras penas sobre la tierra de sus ancestros y rodeado de varios cientos de millones de musulmanes en cuyo imaginario remoto habita el sueño de echar a los judíos al mar.

Esas naciones musulmanas se han transformado en la última década en bases sólidas y crecientes del integrismo islámico, el gran peligro moderno de la libertad, y han fijado en Israel la diana más visible y concreta de la ira de Alá contra Occidente.

Israel resiste y resistirá, a su modo, a veces de un rencor y una temeridad demenciales, como lo manda el código genético de un pueblo acostumbrado a sobrevivir a contraviento de la Historia.

Lo que tenemos que preguntarnos los occidentales es hasta dónde, hasta cuándo podemos agarrarnos aún a los viejos tópicos de una ideología simplista que desprecia el análisis de la realidad actual.
El análisis que determina que detrás del muro de hierro y fuego de Israel, con todos sus excesos y sus contradicciones morales, está la trinchera que defiende la cómoda libertad desde la que compadecemos una causa en cuya última ratio se ha instalado la voluntad de nuestro propio exterminio.

Por Ignacio Camacho

La verdad y la justicia no siempre son bien recibidas, incluso muchos europeos tratan de ignorar la realidad histórica.
Magnifico artículo de IGNACIO CAMACHO, que debería hacer reflexionar a muchos europeos.

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