El escritor y buen amigo Horacio Vázquez Rial publicó un artículo donde aseguraba que, si en este país hubiera una prensa normal, habríamos titulado “Irán ha atacado Israel”, en referencia a la escalada bélica en la zona. En línea parecida, Hermann Tertsch ha expresado su perplejidad ante la facilidad con que Israel es criminalizado, automáticamente, más allá de los hechos, las razones o los datos.
Personalmente, he hablado en múltiples foros del maniqueísmo con que se tratan las cuestiones arabe-israelíes, hasta el punto de que gente inteligente se convierte, cuando habla de este conflicto, en paradigma del prejuicio, la mentira y la tergirversación. Contra Israel, algunos viven mejor, y son tantos que me ha parecido interesante reflexionar sobre el fenómeno.
Sin embargo, ¿cómo no?, empiezo por lo más importante. La situación actual es terrible (“una auténtica mierda”, dicho en expresión buschiana), és dolorosa para todos y es uno de los caminos malos de los muchos caminos malos que podía emprender Israel.
Pero, y la pregunta no es menor: ¿tenía Israel algún camino bueno para seguir? “La paz es el camino”, dice la bienintencionada cita, pero durante décadas el mundo árabe en conjunto, el palestino en particular, y el integrismo islámico en singular, se han dedicado a bombardearlo, han borrado los trazos y lo han hecho desaparecer.
Desde los famosos tres NO del mundo árabe reunido en Khartum, después de la Guerra de los Seis Días –“No al reconocimiento, NO a las negociaciones y No a la paz con Israel”-, muy pocas cosas han cambiado. Solo Jordania y Egipto han establecido tímidas relaciones con Israel, consiguiendo lo que podríamos llamar una precaria pero sólida paz. Pero el resto de países, económicamente fuertes, militarmente capaces y demográficamente poderosos, han continuado financiando logísticas terroristas, alimentando el resistencialismo victimista y negando toda posibilidad de diálogo.
Irán es, en este contexto, el país más visible, con millones de dólares dedicados, anualmente, a financiar la locura integrista de Hamàs y el armamento de Hezbol.lah. Pero no es el único, e Israel, militarmente poderoso, pero a la vez enormemente frágil y vulnerable, ha sido sometido, durante décadas, a una guerra latente, con terrorismo incluido, en la que participaban alegremente e impunemente diversos países miembros de la ONU.
No importaba cual fuera la actitud de Israel, desde los Acuerdos de Oslo, hasta Camp David, desde los esfuerzos de Rabin a los de Barak, pasando por la desconexión de Gaza de Sharon o la truncada hoja de ruta. Hicieran lo que hicieran, mandaran halcones o palomas, el único objetivo de la inmensa mayoría de los países implicados era hacer desaparecer a Israel. Con dinero, con publicidad, con esfuerzo político y diplomático, con armas, con logística, con propaganda. Décadas y décadas construyendo la guerra. Décadas y décadas desmontando toda opción de paz.
¿Qué otro país habría aguantado? La última escalada es la crónica de una guerra anunciada y largamente preparada. Una guerra que, no lo olvidemos, se ha declarado con un Hamás en el gobierno, que construye un túnel desde Gaza, ataca una base militar en suelo israelí, mata soldados y secuestra a uno de ellos. Y, por el norte, grupos terroristas de Hezbol.lah, también miembros del gobierno libanés, atacan una base militar, matan soldados y secuestran a dos más. Y, ¡alegría, que son dos días!, sobretodo si vivimos en Europa, estamos tomando el sol y somos genéticamente antisemitas, por mucho que hayamos hecho de la corrección política un útil disfraz.
Como decía Tertsch, incluso cuando los hechos son inequívocos y señalan claramente a Israel como país agredido, en nuestro país lo convertimos automáticamente en culpable. Y es que, en la línea de este artículo, muchos son los que contra Israel viven mejor.
EL PRIMERO QUE VIVE MEJOR ES KOFI ANNAN, que cada vez que mueve su colita contra Israel, ve subir su liderazgo entre las decenas de dictaduras que conforman la Asamblea General de la ONU. Además, y no es menor, contra Israel refuerza su más que deteriorado prestigio.
Contra Israel vive mejor la todopoderosa FRANCIA, que así refuerza sus múltiples intereses económicos con los árabes (¿o alguien creyó alguna vez que Francia era una hermanita de la caridad?), y de paso tranquiliza a sus conflictivos banlieues.
Contra Israel, desde los días gloriosos de la gloriosa maldad soviética, ha vivido mejor Rusia, y contra Israel, por supuesto, viven mejor todas las dictaduras del petrodólar, que reforzando el discurso antisemita, crean un chivo expiatorio que distraiga al personal de la miserable vida a la que ha sido condenado.
Por supuesto, el judío malo ayuda a camuflar los problemas internos, la falta de libertad, la locura integrista, la falta de esperanza de las sociedades en las que viven.
Contra Israel vive mejor la tiranía SIRIA, y contra Israel IRÁN encuentra su excusa para mantener el islamofascismo que cultiva.
Pero, sobretodo, quien mejor vive contra Israel es una izquierda caduca, en cuyo ADN encontramos los rastros de un antioccidentalismo patológico.
Una izquierda que ha perdido las utopías que ella misma traicionó y que, en su ingenuidad, cree recuperar parte de la épica perdida con cualquier pañuelito panarabista que se pone al cuello. Vean ustedes ese prodigio de diplomacia internacional que se llama ZAPATERO… Una izquierda, en fin, que no soportaría un cura católico, pero que alucina y se enamora de cualquier mullah islámico que llame a la yihad.
De Marujas Torres, el paraíso de la izquierda está lleno. Lástima que es un paraíso que, para la libertad, resulta un infierno.
Por Pilar Rahola
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