Los yihadistas de "segunda generación"

"Las citas a España deben considerarse como una amenaza real y explícita"

Informe confidencial sobre la amenaza islamista


La aparición de 'yihadistas' de segunda generación desata la alarma policial
"Alto riesgo" de atentados por el juicio del 11-M y las crecientes amenazas de Al Qaeda

La policía ha descubierto una nueva amenaza yihadista en España, la de jóvenes islamistas radicalizados y definidos como de "segunda generación". En su mayoría, han nacido en España y son hijos de inmigrantes musulmanes adoctrinados en foros salafistas bajo la ideología Takfir Wal Hijra (Anatema y Exilio), Los takfir son los más radicales y permiten delinquir en favor de la 'yihad' considerados como la punta de lanza del yihadismo en Europa. Los Takfir cuestionan el modelo occidental de desarrollo, los occidentales son para esta organización sus enemigos acérrimos, dado que no se someten al Islam. Los takfir es uno de los tres grupos extremistas fanáticos asociados a Al Qaida que se unieron para planificar y ejecutar los atentados del 11-M.
- El Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM), conocido también como los «salafistas yihadistas».
- El Grupo Combatiente Tunecino.
- Y por último el más ideologizado y fanático, el egipcio «Takfir wal Hijra». Estas tres organizaciones islamistas con doctrina salafista y con el referente ideológico de Ben Laden y su «Yihad Internacional», están fuertemente implantadas en nuestro país.

Los Takfir es el movimiento más violento y radical del fundamentalismo, según un informe confidencial de la Comisaría General de Información al que ha tenido acceso EL PAÍS. El documento advierte de "alto riesgo" de atentados en España por la recta final del 11-M y las amenazas de Al Qaeda.

Los yihadistas de "segunda generación" son los más temidos por los servicios policiales europeos. Es complicado detectarlos. Un experto policial los define así: "Son españoles, hijos de inmigrantes, tienen estudios y visten ropa occidental. No parecen radicales, pero muchas veces lo son más que otros. Es un fenómeno nuevo, un reto difícil".

En el documento confidencial, titulado "Evolución de la amenaza del terrorismo islamista en España", se analiza la situación tras los últimos comunicados de Osama Bin Laden y su lugarteniente Ayman Al Zawahiri. El texto policial califica de "alto riesgo" la posibilidad de nuevos ataques terroristas dentro y fuera de España por la obsesión de los dirigentes de Al Qaeda y de otros grupos terroristas de su órbita en reclamar Al Andalus y "liberar" Ceuta y Melilla, y por el desarrollo del juicio contra los presuntos autores del 11-M.

La recta final del juicio inquieta a los investigadores. "El número y naturaleza de los procesados y la prolongación temporal que su desarrollo pueda suponer hacen que la situación que rodea a este acontecimiento permita considerarlo como de alto riesgo".

El informe, fechado el pasado 19 de abril, analiza la situación tras la oleada de atentados suicidas en Casablanca y Argel, y destaca el aumento de la polarización social y de la radicalización de "una parte" de la comunidad musulmana. "Una sociedad fuertemente reislamizada y la globalización de la yihad favorecen que en España se haya venido detectando una nueva amenaza de la mano de grupos territoriales aislados e integrados por jóvenes islamistas definidos como de segunda generación".

Esta nueva camada de potenciales terroristas sigue la doctrina takfir, una corriente de la que, según este informe, eran seguidores los principales autores de la matanza del 11-M. Los takfir justifican la delincuencia a favor de la yihad. Informes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) aseguran que la corriente takfir está creciendo en España. Hace dos años, el CNI descubrió la apertura de seis mezquitas de esa corriente, cuatro en Barcelona y dos en Valencia. Sus imanes son marroquíes y argelinos. El señuelo para captarlos es la formación religiosa.

El movimiento Takfir Wal Hijra constituye el núcleo más duro, clandestino y peligroso del yihadismo internacional. Figura en la lista de organizaciones terroristas de la Unión Europea y está asociada a Al Qaeda. Mohamed Atta, el jefe de los pilotos suicidas del 11-S, era takfir. Abu Qutada, de 47 años, el imán palestino establecido en Londres, un tipo grueso y barbudo con el que mantenían contactos Jamal Zougam y otros procesados por el 11-M, es el líder espiritual de esta corriente muy radical que antes de 11-S criticó a Bin Laden por apoyar a los talibanes. Estos reclamaban el reconocimiento de la ONU, que los takfir consideran un organismo corrupto.

Según este informe policial, la evolución de los takfir, "su apuesta por la permisividad de actividades delictivas, su autoexclusión como únicos garantes del islam correcto y su odio y rechazo al resto de musulmanes considerados corruptos o apóstatas hacen que se haya transformado en el caldo de cultivo idóneo para las juventudes desarraigadas de musulmanes en occidente".

Y en España algunos de estos jóvenes han encontrado terreno abonado. "Tenemos decenas de jóvenes takfir en España. Beben alcohol, comen cerdo, van con chicas y bailan en discotecas. Su corriente les permite simular lo que no son para pasar desapercibidos. Por eso, son tan peligrosos. Nadie sospecharía que son islamistas", señala un analista de inteligencia.

Sir John Stevens, el ex jefe de Scotland Yard, desconcertó a muchos cuando aventuró que los autores del 7-J en Londres en 2005, un atentado en el que murieron 56 personas en el metro y un autobús, eran británicos y pertenecían a la segunda generación de inmigrantes residentes en el Reino Unido. Stevens no se equivocó. Y el Mi5 quedó en entredicho.

La Comisaría General de Información de la policía analiza mediante gráficas los comunicados emitidos por Bin Laden y Al Zawahiri de los últimos cinco años y destaca que, entre el 2006 y 2007, la cúpula de Al Qaeda ha incrementado sus fetuas y puesto su mirada en España. De los 37 mensajes emitidos durante ese periodo, 11 lo han sido en este último año y medio y "aumentan el nivel de amenaza para España".

Y lo explican así: "Las alusiones a la liberación de Al Andalus o de Ceuta y Melilla no deben ser interpretadas como una simple reiteración simbólica o genérica de amenaza, sino que, dado el número de veces que se ha aludido en los comunicados de Al Qaeda en los últimos meses a nuestro país, deben considerarse como una amenaza real y explícita". A ello se suma "la importancia del contexto en el que se ha hecho, así como a la realidad del fenómeno de extensión yihadista en el Magreb y nuestra proximidad geográfica a la zona". Los analistas de la policía reconocen que se ignora cuándo y cómo atacarán contra España, pero apuntan a "la posibilidad de ataques terroristas en el extranjero contra turistas o interese españoles".

En 2003, varios de los 13 terroristas suicidas del Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM) que asesinaron a 45 personas en Casablanca atacaron el restaurante de la Casa de España y mataron a cuatro españoles.

Ahora, cuatro años después de aquel ataque el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), rebautizado como Al Qaeda en el Magreb, es para la policía nuestra "primera fuente de amenaza". La reciente alianza "formal y estrategica" de este grupo argelino con Bin Laden "convierte a España en el país occidental más próximo a Al Qaeda". Decenas de militantes de este grupo han sido detenidos en España en los últimos años.

El "colapso" en la entrada en Irak de voluntarios yihadistas procedentes de Europa y norte de África y su desvío a los nuevos campos en el Sahel africano, el regreso a España de muyahidines entrenados en esos escenarios, el riesgo de las tropas españolas en Afganistán y el aumento de la inestabilidad en el Líbano son otros factores de riesgo.

José María Irujo - Madrid -
ELPAIS.com 17/06/2007

LA GUERRA DEL ISLAM Beneficencia y terrorismo

Claro que conocíamos a Mohamed Sidique Khan; era un trabajador social”, dice la adolescente musulmana de nacionalidad británica. Y se ve ratificada por un joven de la misma edad y condición: “Todos le queríamos, iba mucho al parque y organizaba partidos de fútbol. Su trabajo era mantenernos lejos de las drogas y sin problemas en las calles”.
En Palestina, Hamás actúa de forma parecida: es una organización terrorista y hace las veces de ministerio de bienestar social, por encima o por debajo de la ANP: es la labor social lo que la hace tan poderosa.

En ambos casos, el objetivo es el mismo: la comunidad islámica.
En ambos casos, la pretensión es sustituir al Estado: el inexistente palestino y el muy existente británico, generando solidaridades marginales: lo que desde la unificación italiana ha venido haciendo la mafia en Sicilia, impidiendo el acceso a la condición de ciudadano y asegurando la continuidad del Antiguo Régimen, con sus solidaridades verticales y su fragmentación de la soberanía.

Ese trabajo combinado de beneficencia y terrorismo contribuye a dificultar aún más la de por sí difícil integración del Islam en las sociedades abiertas. Ahora forma parte de la experiencia general mahometana, y hace unos días El Mundo [17-7-2005] titulaba: "Mezcla de fútbol y yihad en las escuelas religiosas de Pakistán".
El subtítulo del artículo es aún más significativo: "En las madrasas como en la que estuvo uno de los kamikazes de Londres se habla de la lucha del mundo musulmán contra Occidente".

La guerra del Islam contra Occidente fue declarada en incontables ocasiones.
En 1972, como guerra terrorista, con el asesinato de los atletas israelíes en las Olimpiadas de Munich.
En 1974, como guerra de vientres: "Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria", declaró entonces Houari Boumedienne, presidente de Argelia. Y sin embargo no es reconocida por los gobiernos ni, en general, por la clase política europea, que insiste en apoyarse en lo que denomina "sectores moderados" del Islam, aunque no suelten majaderías comparables a la de la alianza de civilizaciones de nuestro ínclito presidente, que consiguió el aplauso de Kofi Annan y de la asamblea de la ONU, que militan en el bando contrario.

El diario El País, de donde he tomado las citas que abren este artículo, no puede evitar incluir en esa misma edición [16-7-2005] las declaraciones del padre de Hasib Mir Houssain, el más joven de los terroristas de Londres, reclutado por Khan: debido a la influencia de éste, "Hasib tenía dos religiones: el Islam y un tipo diferente de Islam".
Dos días más tarde [18-7-2005], Gustavo de Arístegui sostiene en ABC que "los mayores expertos nos recuerdan que más del 30 por ciento de los creyentes se sienten de alguna forma identificados con todas o bastantes de las ideas del islamismo radical", lo que significa que "un tercio de los creyentes comparte criterios ideológicos y metodológicos del yihadismo".

"Esto no quiere decir –continúa Arístegui– que todos ellos sean terroristas ni terroristas potenciales, sin embargo sí quiere decir que la base de reclutamiento del radicalismo ha crecido espectacularmente".

Creo que Arístegui se queda muy corto en sus conclusiones. El 30 por ciento de una sociedad o de una comunidad, y sobre todo si es su sector más activo por edad, firmeza de convicciones y poder organizativo, como en este caso, marca el destino del conjunto. Un 10 por ciento ya es una proporción más que significativa. En octubre de 1967, la marcha sobre el Pentágono contra la guerra de Vietnam reunió 50.000 personas –menos de un 0,25 por mil de la población de los Estados Unidos–, lo que Abbie Hoffman, uno de sus dirigentes, denominó "la cantidad de gente políticamente suficiente" para causar un gran impacto y modificar la situación.
Un cuerpo de combate diezmado, es decir, que ha perdido el diez por ciento de sus hombres, está técnicamente derrotado si no ha logrado inferir más bajas a su contrincante. Los negros son un 13 por ciento de la población de los Estados Unidos. El 30 por ciento de la comunidad islámica, sea que se encuentre en Occidente, sea que se encuentre en un país musulmán, decide la acción común.

Planteadas así las cosas, cabe suponer que es el Islam como tal el que está en guerra contra Occidente, que los terroristas son apenas el emergente de la comunidad y que la comunidad sigue a su vanguardia radical. Que no es radical por obra de la miseria ni de la injusticia, sino por una pura perversión ideológica, tenga ésta que ver o no con su libro santo.
Pero resulta que ni siquiera el Gobierno norteamericano, que es el único que parece haber comprendido esta guerra, se siente en condiciones políticas (y probablemente no lo esté) de expresarlo en estos términos. Bush está tan obligado como Blair a exculpar a la comunidad islámica organizada de su país cuando tiene lugar un atentado, aun cuando sea perfectamente consciente de que en algún punto del entramado de mezquitas y oenegés ad hoc hubo colaboración con los asesinos.

Se están realizando grandes esfuerzos por desarrollar la conciencia de esta guerra en Occidente desde diversas posiciones políticas, pero no dejan de ser esfuerzos aislados, como el de Oriana Fallaci o el de Huntington. No obstante, es mucha la gente que, al margen de la prensa, se hace cargo de la realidad. De la del enemigo, aunque no siempre de la propia, no siempre capaz de identificarse con la idea de Occidente que le ha permitido construir el pensamiento único, esa izquierda gobernante que, a pesar de someterse ocasionalmente a la alternancia en el poder político, domina todos los resortes del aparato cultural.

Tal vez la tarea más importante del momento para quienes nos preocupamos por el porvenir hasta más allá de nuestra muerte, que deseamos un mundo habitable para nuestros descendientes y confiamos en nuestro legado, sea precisar qué es a estas alturas Occidente, algo más que la suma de las herencias judeocristiana y grecolatina, las sociedades abiertas, la física cuántica, la vacuna, los antibióticos, los antidepresivos o la energía nuclear. Un algo más difícil de definir, que nosotros vemos sólo a veces y que ellos odian y tienen constantemente presente.

Ellos saben qué atacan, conocen las pulsiones que, desde el nacimiento mismo de su religión, les ha llevado a una guerra de conquista en la que no piensan detenerse. Pero nosotros no sabemos bien qué defendemos.

Por Horacio Vázquez-Rial
Libertad Digital