Al Kalaa estaba en Santa Coloma (Barcelona)

Un piso miserable, designado en árabe "la fortaleza de los guerreros", era la base española del islamismo más radical.

CAMINO DEL TIGRIS La ruta suicida venía del Magreb a España y acababa en Iraq o Afganistán vía Irán

CONEXIÓN CON EL 11-M El caso enlaza a los inquilinos de Al Kalaa con los atentados del 11-M y Casablanca

UN TERRORISMO BARATO Los extremistas viajaban en autobús y les enviaban el dinero desde Santa Coloma

La primera vez - hace cuatro años-que los agentes que interceptaban las conversaciones de los sospechosos oyeron la palabra Alcalá pensaron que se trataba de una cita en la conocida plaza madrileña en la que se levanta la famosa puerta del mismo nombre. Poco después se dieron cuenta de que se equivocaban.

No era Alcalá lo que oían en árabe, sino Al Kalaa, que en español quiere decir "la fortaleza de los guerreros". Entonces les quedó claro que aquello no tenía nada que ver con la célebre puerta madrileña y que se trataba de la denominación en clave de un lugar al que los islamistas vigilados daban un valor muy especial.

Los agentes habían bautizado la investigación operación Tigris, en alusión a la certidumbre de que alguna de las treinta personas a las que seguían inicialmente constituían una red asentada en España dedicada a captar extremistas suicidas para enviarlos a Iraq, el país del Tigris. Es más, los datos que manejaban los policías, el juez Baltasar Garzón y la fiscal antiterrorista Dolores Delgado, que dirigían las pesquisas, les convencieron de que estaban tras una célula de Ansar al Islam, grupo terrorista fundado a finales de diciembre del 2001 como una extensión del movimiento Sunna Al Islam (Soldados del Islam), ligado al líder de Al Qaeda en Iraq Abu Musab Al Zarqaui, hoy fallecido.

Seguimientos, decenas de intervenciones telefónicas, interminables rastreos de correos electrónicos y un sinfín de pesquisas adicionales permitieron establecer que la misteriosa Al Kalaa (la fortaleza de los guerreros), que tanto mencionaban los sospechosos y sobre la que pivotaba la red, era un miserable inmueble situado en el número 20 de una calle de nombre tan cristiano como San Francisco de la localidad barcelonesa no menos cristiana de Santa Coloma de Gramenet. Para rematar la paradoja, otro piso franco del grupo estaba en la calle Cid Campeador de Badalona.

Asimismo, determinaron que los islamistas vivían en el mismo Santa Coloma, en Badalona, en Vilafranca del Penedès y en Ceuta. Además, descubrieron que tenían enlaces en Bélgica, Siria, Turquía, Reino Unido, Holanda, Marruecos, Argelia, Irán, Afganistán e Iraq.

Otro extremo que reconstruyeron los agentes antes de detener a nadie fue el perfil de los sospechosos más activos, a los que ubicaron en la yihad internacional con la misión de reclutar suicidas, principalmente del Magreb, para su incorporación al terrorismo en Iraq y Afganistán. Es decir, que mientras en Marruecos, España y otros países captaban intransigentes islamistas que recibían adoctrinamiento en el radicalismo más extremo en Al Kalaa, los enlaces daban cobertura a los captados en su viaje final hacia Iraq o Afganistán.

Una vez allí se supone que integraban la insurgencia más desalmada. Un ejemplo de la crueldad del grupo al que se presume que se unían los enviados desde Al Kalaa es el secuestro y asesinato, el 20 de agosto del 2004, de 12 trabajadores nepalíes. Un crimen que fue difundido por Ansar Al Sunnah en un atroz vídeo que recoge el degollamiento y tiro de gracia de las víctimas.

Fue en junio del 2005 cuando los investigadores consideraron que ya tenían indicios suficientes para detener a los sospechosos de la red Tigris, el último de los cuales fue arrestado en enero del 2007 en Badalona.

La documentación informática y en papel y otras pruebas halladas en los registros confirmaron la conexión tanto con los terribles atentados del 11-M como con los habidos en Casablanca (Marruecos) contra la Casa de España en mayo del 2003 y que arrojaron un balance de 45 muertos, 12 de ellos suicidas.

De hecho, establecieron que el primer líder de esta plataforma española del yihadismo fue Mohamed

Tahraoui, condenado a diez años en otro proceso por terrorismo, y que su relevo lo tomó Abdeladim Akouad, entregado por España a Marruecos por su relación con los mencionados atentados de Casablanca. Entonces la jefatura de la célula pasó a Filali Ouali, que huyó tras el 11-M de tal suerte que el liderazgo de la red Tigris pasó a Samir Tahtah, para el que se piden 14 años de cárcel.

Tras las redadas, que produjeron 32 detenciones aunque finalmente la fiscal acusa a 14 personas, comenzó una segunda fase de investigación que dibujó con más precisión el panorama internacional que pasaba por un lugar tan insospechado como la humilde casa de Santa Coloma. Por ejemplo, confirmaron el adoctrinamiento en Santa Coloma de suicidas y comprobaron sus movimientos desde Al Kalaa a través de los enlaces en los países citados para acabar en Iraq y en Afganistán. Por ejemplo, uno de los huidos del 11-M (Mohamed Afalah) pasó por Al Kalaa y al parecer se suicidó en un atentado en Iraq, lo mismo que Othman el Mouhib, también implicado en el 11-M y muerto en Iraq.

El camino de estos muyahidines se ha podido reconstruir siguiendo, entre otras, la pista del dinero. El resultado es un camino barato, pues quien piense que manejaban grandes sumas se equivoca de medio a medio. Como muestra el sumario, este terrorismo funciona con mínimos obtenidos básicamente del tráfico de hachís. Así, en este caso las transferencias para financiar los viajes de activistas –la mayoría hechas desde cuentas de La Caixa– alcanzaron una vez los 1.300 euros pero lo normal es que rozaran los 500 e incluso los 100 euros. Nada más.

Explican los investigadores a La Vanguardia que "la red Tigris captaba y adoctrinaba a jóvenes musulmanes dispuestos a cometer acciones terroristas en cualquier parte del mundo a los que se facilitaba documentación y dinero para alcanzar sus objetivos yihadistas". Y este fue el caso, paradigmático, del procesado en rebeldía Niyaz Valiohhmehoz Minikahayerovich, al que llamaban Yassin, que es más fácil. Yassin llegó a España procedente de Rusia a finales del 2001 y comenzó a frecuentar las mezquitas de Santa Coloma de Gramenet y Badalona, donde conoció a los extremistas, entre ellos a Othaman el Mouhib, implicado en los atentados del 11-M y muerto en Iraq. Yassin se convirtió en visitante asiduo de Al Kalaa, donde también vivió y fue adoctrinado en la yihad hasta que el día 18 de agosto del 2004 marchó hacia Karbala. Yassin compró su billete de autobús hasta París y desde allí siguió a Turquía, adonde llegó el 20 de agosto. Entonces se quedó sin dinero y el 29 de septiembre del 2004 de Al Kalaa le enviaron 253,97 euros desde el locutorio Absdeslam de la calle Listz, número 10, de Santa Coloma.

Yassin envió una postal a Al Kalaa y luego informó de su paso por Teherán (Irán) y de su llegada a Karbala (Iraq) el 21 de octubre del 2004. Ese día pidió más dinero y desde Al Kalaa le mandaron 173, 73 eurosa unnombre falso. Desde entonces no se sabe nada sobre la suerte de Yassin.

EDUARDO MARTÍN DE POZUELO
La Vanguardia - Barcelona

La fiscalía acusa a 14 islamistas de la red Tigris

EL ETERNO DILEMA La duda es actuar pronto o dejar que sigan su plan para acumular pruebas

PACIENCIA INFINITA Las células preparan durante mucho tiempo los atentados antes de ejecutarlos

La forma de operar de estos grupos dificulta la investigación y la condena

Mouhib, también implicado en el 11-M y muerto en Iraq.

El camino de estos muyahidines se ha podido reconstruir siguiendo, entre otras, la pista del dinero. El resultado es un camino barato, pues quien piense que manejaban grandes sumas se equivoca de medio a medio. Como muestra el sumario, este terrorismo funciona con mínimos obtenidos básicamente del tráfico de hachís. Así, en este caso las transferencias para financiar los viajes de activistas - la mayoría hechas desde cuentas de La Caixa-alcanzaron una vez los 1.300 euros pero lo normal es que rozaran los 500 e incluso los 100 euros. Nada más.

Explican los investigadores a La Vanguardia que "la red Tigris captaba y adoctrinaba a jóvenes musulmanes dispuestos a cometer acciones terroristas en cualquier parte del mundo a los que se facilitaba documentación y dinero para alcanzar sus objetivos yihadistas". Y este fue el caso, paradigmático, del procesado en rebeldía Niyaz Valiohhmehoz Minikahayerovich, al que llamaban Yassin, que es más fácil. Yassin llegó a España procedente de Rusia a finales del 2001 y comenzó a frecuentar las mezquitas de Santa Coloma de Gramenet y Badalona, donde conoció a los extremistas, entre ellos a Othaman el Mouhib, implicado en los atentados del 11-M y muerto en Iraq.

Yassin se convirtió en visitante asiduo de Al Kalaa, donde también vivió y fue adoctrinado en la yihad hasta que el día 18 de agosto del 2004 marchó hacia Karbala. Yassin compró su billete de autobús hasta París y desde allí siguió a Turquía, adonde llegó el 20 de agosto. Entonces se quedó sin dinero y el 29 de septiembre del 2004 de Al Kalaa le enviaron 253,97 euros desde el locutorio Absdeslam de la calle Listz, número 10, de Santa Coloma.

Yassin envió una postal a Al Kalaa y luego informó de su paso por Teherán (Irán) y de su llegada a Karbala (Iraq) el 21 de octubre del 2004. Ese día pidió más dinero y desde Al Kalaa le mandaron 173, 73 euros a un nombre falso. Desde entonces no se sabe nada sobre la suerte de Yassin. La Audiencia Nacional ha concluido un sumario que confirma la implantación de las redes de terrorismo islámico en Catalunya. Esta realidad vuelve a comprobarse con la operación Tigris, una investigación policial destinada a desmantelar la red que ayudó a huir a algunos de los implicados en la masacre del 11-M, que se dedicaba a preparar jóvenes suicidas y que había bautizado su piso de seguridad como Al Kalaa (la fortaleza de los guerreros).

El sumario en cuestión, en el que el fiscal ha pedido la condena de 14 miembros de la red por la captación y financiación de terroristas, demuestra al mismo tiempo la extrema dificultad de combatir a estos grupos. La investigación, cuyos primeros pasos se dieron ya en el 2005, se amplió hace un año. En la operación fueron detenidas más de treinta personas. El juez Baltasar Garzón procesó poco después a 32 supuestos integrantes de la red.

Al final la fiscalía ha sostenido la acusación contra menos de la mitad de ellos, en parte porque el Tribunal Supremo (TS) está siendo muy exigente en cuanto a la necesidad de que los hechos delictivos atribuidos a estos grupos hayan de quedar siempre sólidamente probados.

La aparente debilidad de las pruebas deriva muchas veces de que estas redes preparan durante mucho tiempo sus acciones, sin iniciar de hecho su ejecución, lo que sitúa a la policía ante un terrible dilema, ya que si actúa pronto puede desbaratar un atentado, pero tal vez no demostrar su inminencia, y si deja que los planes de los sospechosos prosigan, corre el riesgo de que se produzcan situaciones de grave peligro.

El caso de la operación Tigris desvela la complejidad de una trama que preparaba atentados en Iraq y Afganistán, en apoyo al pueblo iraquí y de Palestina. Desde el principio de la investigación quedó clara la conexión con el 11-M, a través de Mohamed Larbi ben Sellam, quien tras la masacre huyó a Barcelona, desde donde conectó con Mohamed el Idrissi, para quien la fiscal pide ahora 9 años de prisión, como miembro de la red de Santa Coloma y cuyas ramificaciones se extendían a Madrid, Valencia y Ceuta. Una huella de Ben Sellam fue hallada en un libro recuperado entre los restos del piso de Leganés en el que se suicidaron autores de los atentados del 11-M.

Junto a Mohamed el Idrissi, la fiscal sienta en el banquillo al núcleo central del grupo. La pena más alta, 14 años de prisión, se pide para Samir Tahtah, supuesto líder de la organización, y para Khaled Abidi, quien estuvo detenido en Argelia acusado de delitos de terrorismo. La fiscalía solicita 10 años para Kamal Ahbar, quien en el juicio del 11-M admitió que él también quiso ir a Iraq. El fiscal pide para el resto de los procesados penas que oscilan entre siete y nueve años de prisión.

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