El misterio de la "Yihad alemana"

Los acusados son cuatro personas que planeaban hacer saltar por los aires con coches bomba instalaciones militares americanas, discotecas y restaurantes

¿Quiénes son los "yihadistas alemanes"? Su proceso se abrió ayer en Düsseldorf. Podría durar hasta dos años y se le compara con los de la Banda Baader-Meinhof de los setenta y ochenta. Hay una enorme expectación mediática.
Los acusados son cuatro; dos alemanes convertidos al islam, Fritz Gelowicz y Daniel Schneider, un alemán de origen turco llamado Atila Selek, y el turco Adem Yilmaz. Todos entre los 23 y los 30 años de edad. Su plan era hacer saltar por los aires con coches bomba instalaciones militares americanas, discotecas, restaurantes y almacenes en diversas ciudades alemanas.

"Atentados de dimensiones inimaginables", explica la fiscal general Monika Harms. Para ello contaban con doce bidones de peróxido de hidrógeno, el mismo explosivo utilizado en los autobuses de Londres y 26 detonadores. Habían viajado a Pakistán y Afganistán. Formaban parte de la "Unión jihadista islámica", un grupo terrorista uzbeco. La policía llevaba meses tras ellos y conocía hasta el color de sus calcetines: 600 agentes los vigilaban. Tenían micrófonos en coches y domicilios, teléfonos y correos electrónicos pinchados. Hasta les cambiaron el peróxido de hidrógeno por una sustancia inofensiva, en una operación. Fueron detenidos el 4 de septiembre de 2007 en la zona turística de Sauerland. Ocho días antes de que el Bundestag votase la continuación de la presencia militar alemana en Afganistán, tema controvertido. Y a partir de ahí algunos misterios.

El "jefe" del grupo era un soldador turco nacido en Ludwigshafen, llamado Mevlüt, que no ha sido detenido y que era un informante de los servicios secretos turcos y de la CIA. Él proporcionó los detonadores y el contacto con la organización terrorista uzbeca, que, según el ex embajador británico en Uzbekistán, Craig Murray, fue, "un montaje del Presidente uzbeco Islam Karimov". Las bombas nunca fueron preparadas y los detenidos han guardado silencio total durante los 18 meses que han estado encarcelados en prisiones de alta seguridad y régimen de estricto aislamiento.

Rafael Poch
La Vanguardia

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