El equipo de investigadores españoles en Yemen también era objetivo de la red terrorista.
Al Qaida también quería atentar contra el equipo policial que se trasladó a Yemen para investigar la acción terrorista que, cometida por un suicida, acabó con la vida de ocho turistas españoles el pasado 2 de julio.
Fueron los servicios de inteligencia yemeníes los que obtuvieron la información y los que alertaron a las autoridades españolas de posibles planes criminales contra los agentes desplazados: tres miembros del Cuerpo Nacional de Policía, otros tantos de la Guardia Civil y uno del CNI.
Ante la amenaza, el Gobierno de Ali Abdulá Saleh no dudó en desplegar un amplio dispositivo de seguridad compuesto por cien escoltas, vehículos blindados, armamento de guerra y controles estáticos militares.
El Ministerio del Interior se volcó en prevenir lo que horas antes no pudo evitar: un atentado que no iba dirigido contra una nacionalidad -la española-, sino contra la condición de «turistas occidentales».
En el grupo terrorista que asesinó a Mikel Essery Arruti, Magie Álvarez Calleja, María Teresa Pérez Ubago, María Isabel Arranz Bocos, Antonio Pomés Tallo, Gabriel Tortosa, Marta Borrell Puig y Asunción Vitorica hay una fecha clave, el 3 de febrero de 2006. Ese día, veintitrés individuos vinculados a la galaxia terrorista de Osama bin Laden consiguieron huir de la cárcel de Saná. Varios de aquellos fugados murieron en enfrentamientos con la Policía, otros se entregaron y algunos lograron abandonar el país... pero seis se quedaron.
El objetivo de los que permanecieron en Yemen fue crear dos células locales, que estarían a las órdenes de Hamza Salim Umar Al Qa´iti, jefe de Al Qaida en Yemen. A este nombre se suman los de sus lugartenientes, Umar Abada Massoud Aljabbar al Wahidi y Hamza Al Dayani, quien, según todos los indicios, captó al terrorista que mató con un coche bomba -un Toyota «pick-up»- a los turistas españoles.
La identidad del suicida fue dada a conocer el pasado día 3 por una revista del Ministerio de Defensa yemení, el semanario «26 de septiembre», junto a las de otros diez individuos relacionados también con el atentado. La rapidez de estas identificaciones no fue una casualidad.
Desde el primer momento las autoridades de Yemen sospecharon de este grupo asentado en Mareb, zona en la que las rivalidades entre tribus están a la orden del día, al igual que en las de Ayyauh, Sa´Dah, Shabwah y Hadhramou. Esta inestabilidad es aprovechada por Al Qaida, aunque hasta el pasado 2 de julio los actos terroristas que cometía eran secuestros para luego pedir rescates, por lo que el asesinato de los turistas españoles es el primer atentado que, con coche bomba, se registra en la región.
Los conocimientos que tanto el Ejército como el Ministerio del Interior yemeníes tienen sobre estas zonas de máximo riesgo llevaron con celeridad a los investigadores hasta la familia del suicida Mohamed Abdo Saad Ahmed Rhaiqa, en la localidad de Mareb.
De este modo, la Dirección General de Evidencias de Yemen, que prestó toda su colaboración al equipo policial español -integrado por agentes de Policía Científica, Tedax y del Servicio de Información-, tomó muestras de saliva a la madre y un hermano del suicida y las cotejó con restos del terrorista recuperados en el pedal de freno del coche bomba.
En concreto, un trozo de piel y cabello. La prueba de ADN, confirmada en los laboratorios de la Comisaría General de Policía Científica, no dejó margen para la duda sobre la identidad del terrorista. Y es que los agentes españoles, con el visto bueno de las autoridades de Saná, trajeron a Madrid tanto perfiles genéticos como restos del coche bomba para su análisis.
Reconstrucción
Ademas de recoger vestigios, hicieron una reconstrucción del atentado. La prueba arrancaba a las cuatro y media de la tarde del 2 de julio. A esa hora el grupo de turistas españoles -trece- había entrado en las ruinas del templo de la Reina de Saba. Tras permanecer media hora, los españoles se subieron a los cuatro todoterrenos, formando un convoy escoltado por un vehículo policial.
Tomaron una vía secundaria que desde el templo desemboca en la carretera nacional de doble dirección que une las localidades de Mareb y Safer. Por ella, a una velocidad media, se aproximaba procedente de Mareb un Toyota «pick up» que, al llegar a la unión de las dos vías -en el punto kilométrico 16- dio un volantazo para introducirse en la secundaria y colocarse a la altura de segundo y tercer todoterreno de los españoles.
Desde esa posición, el terrorista, de 21 años, activó la bomba alojada en la parte trasera del «pick up». Había sido confeccionada con TNT - su marca aún no se ha determinado-, abundante munición de artillería -se han recuperado restos de granadas y obuses- y dos bombonas de oxígeno que actuaron como reforzante.
El Toyota del terrorista quedó partido en dos. El primer todoterreno de los turistas fue desplazado por la onda expansiva a 41,30 metros de distancia. Quedó totalmente carbonizado.
El segundo cayó a 43,20 metros y también fue consumido por el fuego que provocó la explosión.
El tercero se elevó unos metros y cayó casi en el mismo sitio en el que se encontraba.
El cuarto intentó salirse de la caravana, pero fue alcanzado y, al igual que el anterior, quedó siniestro total.
El quinto, ocupado por los policías de escolta, resultó parcialmente afectado. Los policías yemeníes hallaron restos del primer y segundo vehículo hasta a quinientos metros de distancia del lugar del atentado, lo que revela la potencia de la bomba.
El Toyota del suicida no llevaba matrícula, una práctica muy habitual en la zona de Mareb que, por su proximidad con Arabia Saudí, registra un intenso tráfico ilegal de vehículos y droga. El nombre de este último país aparece en las líneas de investigación debido a que las primeras indagaciones no descartan que la fuente de financiación del atentado que acabó con la vida de los ocho turistas españoles tuviera su origen allí.
Sobre la preparación del atentado, todo parece indicar que los terroristas no contaron con muchas dificultades por cuanto la localidad de Mareb es muy pequeña y puede decirse que casi todo el mundo tiene conocimiento de cuándo entran y salen los turistas que van a visitar el templo de la Reina de Saba, único punto de interés en la zona. Respecto a que los asesinados fueran españoles, los especialistas subrayan que el objetivo no era la nacionalidad, sino el hecho de tratarse de turistas occidentales.
Fácil información
Es en lo que insisten por activa y por pasiva las autoridades yemeníes, cuyos servicios de Inteligencia detectaron conversaciones en las que se hablaba de un plan para atentar contra el equipo policial desplazado.
En un primer momento se llegó a plantear la posibilidad de que el grupo abandonara el país, pero al final se optó por su permanencia.
Por este motivo, el Gobierno yemení protegió a los ocho agentes de las Fuerzas de Seguridad y del CNI con un amplio dispositivo que le acompañó en cada uno de sus desplazamientos, especialmente en el realizado al lugar del atentado, en Mareb. Aunque el trayecto desde Saná se realizó en helicóptero, en la zona había desplegado un operativo de seguridad integrado por unos cien escoltas, vehículos blindados -provistos con armamento de guerra- y controles militares. Las informaciones apuntaban que el atentado contra el equipo español se podría cometer con coche bomba.
El pasado miércoles, la Policía y el Ejército realizaron la primera operación contra la célula terrorista. Cuatro sospechosos murieron a tiros y, aunque en principio se creyó que había caído el jefe del grupo, Mahdi al Rieme, horas después las autoridades de Saná rectificaban para alertar de que el terrorista seguía fugitivo.
Dolores Martínez.
Madrid ABC.es
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