La civilización se salva del peligro islámico.


11 de SEPTIEMBRE

* 1609: en España se da la orden de expulsión contra los musulmanes no convertidos de Valencia; este será el inicio de la expulsión de todos los musulmanes de España.


El 11 de Septiembre 1697.

Batalla de Zenta. Las fuerzas austriacas consiguen una decisiva victoria al tomar por sorpresa al ejército turco mientras cruzaba el rio Tisa. Después de esta batalla el imperio otomano no puede avanzar y en 1699 termina la Gran Guerra Turca (1682-1699).

El 11 de Septiembre 1.683

Las tropas de Sobieski llegaron a Viena. Aunque los turcos les superaban en número (según cálculos de Sobieski, 76,000 vs 300,000), sabían que el futuro de Europa y de la cristiandad estaban en juego. El 12 de Septiembre, temprano en la mañana, Sobieski fue a Misa y se puso en manos de Dios.
La victoria salvó a Europa y frustró el plan de conquista islámica de Europa.


La batalla de Viena de 1683: La civilización se salva del peligro islámico.

El escenario político-militar en la segunda mitad del siglo XVII, el siglo terrible que trastornó y cambió para siempre a Europa, se presenta todo menos pacífico. La Guerra de los Treinta Años (1618-1648), iniciada como guerra de religión, prosiguió como conflicto entre la Casa reinante francesa de los Borbones y los Habsburgo para quitar a estos últimos la hegemonía sobre Alemania, derivada de la autoridad imperial. Para alcanzar este objetivo el primer ministro francés Armand du Plessis, cardenal duque de Richelieu (1585-1642), inaugurando una política fundamentada en el sólo interés nacional en detrimento de los intereses de la Europa católica, se alía con los príncipes protestantes.

Los Tratados de Westfalia de 1648 sancionan el debilitamiento definitivo del Sacro Imperio Romano en Alemania, asolada y dividida entre católicos y protestantes y fraccionada políticamente, y establece la hegemonía del rey de Francia Luis XIV (1638-1715). El papel predominante alcanzado en Europa empuja al Rey Sol a aspirar a la misma corona imperial y, con esta perspectiva, no duda en buscar la alianza con los otomanos, mostrándose indiferente a todo ideal cristiano y europeo. En las postrimerías del siglo la Europa cristiana está abatida y replegada en sí misma entre divisiones religiosas y luchas dinásticas, mientras la crisis económica y el descenso demográfico, consecuencias de la guerra, completan el cuadro y lo vuelven especialmente vulnerable.

La ofensiva turca

El imperio otomano, que ya había conquistado los países balcánicos hasta la llanura húngara, fue detenido el 1 de agosto de 1664 en su avance por los ejércitos imperiales guiados por Raimundo Montecuccoli (1609-1680) en la batalla de San Gotardo, en Hungría.

Poco tiempo después, empero, bajo la enérgica guía del Gran Visir Kara Mustafá (1634-1683), la ofensiva turca se reanuda, alentada inconscientemente por Luis XIV en su desaprensiva política anti-habsburgo, y se aprovecha de la debilidad en que se hallan Europa y el Imperio.

Sólo la República de Venecia entabla combate con los turcos a lo largo de la costa del Egeo y por cada metro de Grecia y Dalmacia, combatiendo orgullosamente en la que fue su última y gloriosa guerra como estado independiente, que culmina en la caída de Candia en 1669, defendida heroicamente por Francisco Morosini el Peloponesiaco (1618-1694).

Tras Creta, en 1672 la Podolia - parte de la actual Ucrania - es sustraída a Polonia y en enero de 1683, en Estambul, los estandartes de guerra son orientados hacia Hungría y un inmenso ejército se pone en marcha hacia el corazón de Europa, bajo la guía de Kara Mustafá y del sultán Mehmet IV (1642-1693), con la intención de crear una gran Turquía europea y musulmana con capital en Viena.

Las pocas fuerzas imperiales - apoyadas por milicias húngaras guiadas por el duque Carlos V de Lorena (1643-1690) - tratan inútilmente de resistir. El gran caudillo al servicio de los Habsburgo toma el mando a pesar de estar todavía convaleciente de una grave enfermedad que lo había llevado al umbral de la muerte, de la cual - se dice - lo salvaron las oraciones de un padre capuchino, el venerable Marco da Aviano (1631-1699). El religioso italiano, enviado por el Papa ante el Emperador e infatigable predicador de la cruzada anti-turca, aconseja que todas las insignias imperiales lleven la imagen de la Madre de Dios. Desde entonces las banderas militares austriacas mantendrán la efigie de la Virgen a lo largo de dos siglos y medio, hasta el momento en que Adolfo Hitler (1889-1945) las hizo retirar.

Las "campanas de los turcos"

El 8 de julio de 1683 el ejército otomano se desplaza de Hungría a Viena, llegando el 13 de julio e iniciando su sitio. Durante el recorrido fueron asoladas las regiones por las que pasó dicho ejército, que saqueó ciudades y aldeas, destruyendo iglesias y conventos, masacrando y esclavizando a las poblaciones cristianas.

El emperador Leopoldo I (1640-1705), tras haber confiado el mando militar al conde Ernst Rüdiger von Starhemberg (1638-1701), decide abandonar la ciudad y alcanzar Linz para organizar desde allí la resistencia de los pueblos germánicos contra el tremendo peligro que se cernía sobre ella.

En el imperio tocan a rebato las "campanas de los turcos", como ya había ocurrido en 1664 y en la centuria anterior, y comienza la movilización de los recursos imperiales, mientras el emperador teje febrilmente negociaciones para convocar a todos los príncipes, católicos y protestantes, iniciativa que fue torpedeada por Luis XIV y por Federico Guillermo de Brandenburgo (1620-1688), y solicita la inmediata intervención del ejército polaco, invocando el supremo interés de la salvación de la Cristiandad.

El Papa Inocencio XI

En este trance dramático da sus frutos la política europea y oriental alentada desde hacía años por la Santa Sede, sobre todo gracias al cardenal Benedetto Odescalchi (1611-1689), elegido Papa con el nombre de Inocencio XI en 1676 y beatificado en 1956 por el Papa Pío XII (1939-1958).

Custodio convencido del gran espíritu cruzado, el Pontífice, que como cardenal gobernador de Ferrara se había ganado el título de "padre de los pobres", promueve una política previsora orientada a crear un sistema de equilibrios entre los príncipes cristianos para encauzar su política exterior contra el imperio otomano. Sirviéndose de hábiles y decididos ejecutores, como los nuncios Obizzo Pallavicini (1632-1700) y Francisco Buonvisi (1626-1700), el venerable Marcos de Aviano y otros, la diplomacia pontificia media y concilia entre las diferencias europeas, logrando la paz entre Polonia y Austria, favoreciendo la aproximación con el Brandenburgo protestante y con la Rusia ortodoxa, e incluso defendiendo los intereses de los protestantes húngaros frente al episcopado local, dado que todas las divisiones de la Cristiandad tenían que desvanecerse frente a la defensa frente al Islam. No obstante los fracasos e incomprensiones, en el "año de los turcos", 1683, el Papa consigue ser el alma de la gran coalición cristiana, consiguiendo dinero en toda Europa para financiar a las tropas de los grandes y pequeños príncipes y pagando personalmente un destacamento de cosacos del ejército de Polonia.

El cerco

Mientras tanto, en Viena, invadida por los exiliados, se consuma el vía crucis del cerco, que la ciudad soporta heróicamente. 6.000 soldados y 5.000 hombres de la defensa cívica se oponen, aislados del resto del mundo, al inmenso ejército otomano, armado con 300 cañones. Todas las campanas de la ciudad son reducidas al silencio excepto la de San Esteban, llamada Angstern, "angustia", que con sus incesantes tañidos convoca a los defensores. Los asaltos contra los baluartes y los enfrentamientos cuerpo a cuerpo son diarios y cada día puede ser el último, mientras los socorros están todavía lejos. Inducido por el Papa y por el emperador, a la cabeza de un ejército, se desplaza a marchas forzadas hacia la ciudad sitiada el rey de Polonia Juan III Sobieski (1624-1696), que ya por dos veces había salvado Polonia de los turcos. Finalmente, el 31 de agosto se une con el duque Carlos de Lorena, que le otorga el mando supremo y, cuando se le reúnen todos los contingentes del imperio, el ejército cristiano se pone en marcha hacia Viena, donde la situación es extremadamente dramática. Los turcos han abierto brechas en las murallas y los defensores supervivientes, tras haber rechazado dieciocho ataques y realizado veinticuatro salidas, están exhaustos, mientras los jenízaros atacan, encendidos por sus predicadores y los jinetes tártaros recorren Austria y Moravia. El 11 de septiembre Viena vive con angustia la que parece su última noche y von Starhemberg envía a Carlos de Lorena su último mensaje desesperado: "No perdáis más tiempo, clementísimo Señor, no perdáis más tiempo".

La batalla

Al amanecer del 12 de septiembre de 1683 el venerable Marcos de Aviano, tras haber celebrado Misa ayudado por el rey de Polonia, bendice al ejército en Kalhenberg, cerca de Viena: 65.000 cristianos se enfrentan en una batalla campal contra 200.000 otomanos.

Están presentes con sus tropas los príncipes del Baden y de Sajonia, los Wittelsbach de Baviera, los señores de Turingia y de Holstein, los polacos y los húngaros, el general italiano conde Enea Silvio Caprara (1631-1701), además del joven príncipe Eugenio de Saboya (1663-1736), que recibe su bautismo de fuego.

La batalla dura todo el día y termina con una terrible carga al arma blanca, guiada por Sobieski en persona, que pone en fuga a los otomanos y concede la victoria al ejército cristiano: éste sufre solamente 2.000 pérdidas contra las más de 20.000 del adversario. El ejército otomano se da a la fuga en desorden, abandonando todo el botín y la artillería y tras haber masacrado a centenares de prisioneros y esclavos cristianos. El rey de Polonia envía al Papa las banderas capturadas acompañándolas con estas palabras: "Veni, vidi, Deus vincit". Todavía hoy, por decisión del Papa Inocencio XI, el 12 de septiembre está dedicado al Santísimo Nombre de María, en recuerdo y en agradecimiento por la victoria.

Al día siguiente el emperador entra en Viena, alegre y liberada, a la cabeza de los príncipes del Imperio y de las tropas confederadas y asiste al Te Deum en acción de gracias, oficiado en la catedral de San Esteban por el obispo de Viena-Neustadt, luego cardenal, el conde Leopoldo Carlos Kollonic (1631-1707), alma espiritual de la resistencia.

El retroceso del Islam

La victoria de Kalhenberg y la liberación de Viena son el punto de partida para la contraofensiva dirigida por los Habsburgo contra el imperio otomano en la Europa danubiana, que conduce, en los años siguientes, a la liberación de Hungría, de Transilvania y de Croacia, dando además la posibilidad a Dalmacia de seguir siendo veneciana. Es el momento en el que se manifiesta con mayor fuerza la grandeza de la vocación y de la misión de la Casa de Austria en la redención y la defensa de la Europa sur-oriental. Para realizarla moviliza bajo las insignias imperiales los recursos de alemanes, húngaros, checos, croatas, eslovacos e italianos, asociando venecianos y polacos, construyendo aquel imperio multiétnico y multirreligioso que dará a la Europa Oriental estabilidad y seguridad hasta 1918.

La gran alianza, que consigue tomar vida en el último momento merced al Papa Inocencio XI, recuerda la empresa y el milagro realizados un siglo antes gracias a la obra del Papa san Pio V (1504-1572) en Lepanto, el 7 de octubre de 1571. Por el giro impreso a la historia de Europa Oriental, la batalla de Viena puede ser comparada a la victoria de Poitiers en 732, cuando Carlos Martel (688-741) detiene el avance de los árabes. Y la alianza que en 1684 es ratificada con el nombre de Liga Santa registra un acuerdo único entre alemanes y polacos, entre imperio y emperador, entre católicos y protestantes, alentada e impulsada por la diplomacia y por el espíritu de sacrificio de un gran Papa, encaminado a la consecución del objetivo de la liberación de Europa de los turcos.

En aquel año se realiza una hermandad de armas cristiana que da lugar a la última gran cruzada que, tras la victoria y desaparecido el peligro, fue pronto olvidada, con lo que, tras Viena, en Europa las "campanas de los turcos" callan para siempre.

Para profundizar: ver un cuadro general de la situación europea en el siglo XVI en AA.VV., Storia d´Europa, tomo IV: L´Età Moderna. Secoli XVI-XVIII, Einaudi, Turín 1995; una historia de la Casa de Austria en Adam Wandruska, Gli Asburgo, trad. It., TEA, Milán 1993; para profundizar aspectos más específicos, Ekkehard Eickhoff, Venezia, Vienna e i Turchi. Bufera nel Sud-est europeo. 1645-1700, trad. It., Rusconi, Milán 1991; y en Jan Wladislaw Wos, La Polonia. Studi storici, introducción de Paolo Bellini, Giardini, Pisa 1992, capítulo VII: Giovanni III Sobieski e la battaglia di "Viena" (1683), págs. 153-177.

Renato Cirelli y T. Angel Espósito.

Ataque en Londres

Londres despierta entre ruidos de sirenas y ambulancias. Cuatro explosiones coordinadas (tres en el metro y una en un autobús) sacuden la capital británica en plena hora punta. Más de 50 muertos y alrededor de 700 heridos es el balance que deja el mayor atentado terrorista jamás perpetrado en el Reino Unido. Aunque la confirmación oficial no llegaría hasta horas después, el recuerdo del 11-S en Nueva York y del 11-M en Madrid hace pensar, dentro y fuera del Reino Unido, en el mismo culpable: Al Qaeda ha cumplido una vieja amenaza pendiente. Y en una fecha que no parece escogida al azar: mientras se está desarrollando en Escocia la cumbre del G-8 y tan sólo un día después de que la capital británica fuera elegida sede olímpica para 2012.

Son las 8.50 cuando tres explosiones casi simultáneas sacuden el metro londinense, el medio de transporte más utilizado por miles de trabajadores que cada día acuden a sus oficinas en la City. A esa hora, estalla un artefacto en el tercer vagón del tren que circulaba entre las estaciones de Liverpool Street y Aldgate. Segundos después, otra explosión sacude la línea Picadilly, entre Kings's Cross y Russell Square. Aún no son las 8.51 y se produce un nuevo estruendo, esta vez en un tren que acababa de salir de Edgware Road hacia Paddington.

Londres activa todas sus alertas. Se cierran las líneas de metro y los servicios policiales y de emergencia toman el centro de la ciudad, mientras miles de personas que reciben el mensaje de que ha habido «un fallo eléctrico» en el suburbano no saben lo que realmente ha pasado y buscan vías alternativas para conseguir llegar a sus trabajos. Scotland Yard establece un amplio perímetro de seguridad en torno a las zonas afectadas, que quedan cerradas tanto para peatones como para los medios de comunicación. No hay apenas imágenes de heridos, ni de escenas de pánico… Los medios británicos dosifican metódicamente la información para evitar que el terror provoque aún más terror

Casi una hora más tarde, sin más datos que la versión oficial que habla de un fallo eléctrico en el metro, una nueva explosión —la cuarta— vuelve a sacudir el centro de la capital británica. Son las 9.47. Ocurre en un autobús de doble piso de la línea 30, en el cruce entre Tavistock Square y Upper Woburn Place.

Tres horas después de la primera explosión, el primer ministro británico, Tony Blair, comparece ante los medios para confirmar que la capital británica ha sufrido un «ataque terrorista». Un grupo que se autodenomina
'Organización Secreta de Al Qaeda en Europa' reivindica los atentados en una página web. Por la noche, el ministro de Exteriores, Jack Straw, convierte en oficial lo que desde hace horas sospecha todo el mundo: que el atentado lleva «el sello de Al Qaeda». Dos días después, las 'Brigadas de Abu Hafs al Masri' —el mismo grupo que reivindicó la massacre del 11 de marzo en Madrid— hacían suya la responsabilidad del atentado.
07/06/2005

LA INVESTIGACIÓN APUNTA A CUATRO SUICIDAS

Los terroristas del 7-J:
jóvenes amigos británicos de familia paquistaní con una 'vida normal'
- Hasib Hussain vivía con sus padres, que alertaron de su desaparición
- Shehzad Tanweer viajó recientemente a Pakistán y Afganistán
- Mohammed Sidique Khan tenía un hijo y cuidaba niños discapacitados -
Los cuatro procedían de West Yorkshire

LONDRES.-
Mohammed Sidique Khan, de 30 años, Hasib Hussain, de 18, Shehzad Tanweer, de 22, británicos de origen paquistaní, sembraron el pasado 7-J el terror en Londres junto a un cuarto hombre de procedencia jamaicana, identificado por la prensa como Lindsey Germail. Los cuatro llevaban una vida de aparente normalidad.

Los investigadores centran ahora sus trabajos en tratar de localizar al "cerebro" de la matanza. Dada la juventud de los autores de los ataques la policía cree que otra persona pudo coordinarles y darles instrucciones sobre cómo tenían que colocar las bombas.

Las últimas imágenes de los presuntos autores materiales fueron captadas por las cámaras de seguridad de la estación de King's Cross, adonde
llegaron desde el condado de West Yorkshire, a 312 kilómetros de la capital. Reían pocos minutos antes de perpetrar los cuatro atentados en la capital británica. Los cuerpos de todos ellos han sido localizados en cada una de las zonas atacadas el 7-J.

El último terrorista identificado ha sido el que cometió la mayor masacre, la de King's Cross, con 25 muertos. Aunque su nombre no está confirmado oficialmente, los medios británicos apuntan a que se trata de un hombre jamaicano, Lindsey Germail.

Jermal, como le conocían sus amigos, se convirtió al islam hace cuatro años. Hablan de él como de una persona agradable, que mantenía una vida tranquila junto a su esposa, Samantha Lewthwaite, británica, y su hija, en su casa terrera de Aylesbury. El pasado miércoles su residencia fue acordonada y registrada por la Policía. Este culturista de cerca de 30 años, que trabajaba actualmente como tapicero, estudió en la Escuela Elmhurst Middle y en el Instituto The Grange. Llegó a la zona hace tres años desde Huddersfield, según informa The Independent.
En Aylesbury conoció a la que sería su mujer a través de un grupo de amigos. Ella quería convertirse al islam y lo hizo hace un año cambiando su nombre por el de Sharima. Según contaba la pareja, se casaron en la casa de un amigo. Personas que acudían a la misma mezquita que Jermal aseguran que ambos eran personas muy religiosas y que Lindsey solía cambiar sus ropas occidentales por otras islamistas cuando iba a rezar.

El pasado 7 de julio mató a 25 personas al hacer estallar una bomba en King's Cross.

Shehzad Tanweer, de 22 años:

Este británico nacido el 15 de diciembre de 1982 en Bradford se graduó en Ciencias del Deporte en la Universidad Metropolitana de Leeds.
Tanweer, quien vivía en Colwyn Road de Beeston (Leeds, West Yorkshire) con sus padres, su hermano y dos hermanas, rompió en los últimos meses su rutina despachando alimentos en la tienda "fish and chips" (pescado y patatas, un plato inglés
tradicional) que regenta su progenitor, de origen paquistaní, cerca de su casa en Colwyn Road.

Un tío de Bashir Ahmed, de 65 años, ha expresado la desolación de la familia, que no puede aceptar que Shehzad haya causado tantas muertes. "Estamos destrozados", confesó Ahmed, quien explicó que hace unos seis meses su sobrino viajó Pakistán para estudiar religión. "No fue él. Tuvo que haber fuerzas detrás de él", ha declarado el tío del presunto terrorista a la BBC.

Tanweer era un "niño de una buena familia, agradable", asegura consternado un vecino de la familia que conoce al joven desde "muy pequeño". "Le gustaba salir, jugar al fútbol, al cricket, eso era lo que quería hacer", asegura este vecino quien niega que hubiese expresado opiniones radicales.
"Siempre sonreía, era uno de esos chicos que nunca piensas que podía ser terrorista. Es por eso que estoy conmocionado que haya matado a toda esa gente", subrayó.
La policía cree que murió en el atentado entre las estaciones de metro de Aldgate y Liverpool Street.

Hasib Hussain, de 18 años:

Su madre denunció angustiada el 7-J a las diez de la noche, más de doce horas después de los atentados, que desconocía el estado de su hijo describiendo la vestimenta con la que había salido de su casa en Colenso Mount el día anterior cuando les dijo que iba a Londres con algunos amigos. Según los vecinos, Hussain había vivido allí toda su vida. Su cuerpo, destrozado, apareció en el autobus que explotó junto a sus tarjetas y carnet de conducir.
'The Independent' asegura que este joven estudiante de la Escuela Superior Matthew Murray había sido sometido a una fuerte disciplina por parte de sus padres al haber sido un adolescente muy rebelde. Hace unos 18 meses se convirtió en un 'devoto religioso'.
Según un vecino de la familia, que lleva viviendo veinte años en Holbeck, un barrio de Leeds (West Yorkshire), los Hussain son "muy buenas personas".

Mohammed Sidique Khan, de 30 años:

De origen paquistaní, estaba casado con Hasina, con quien tiene un bebé de unos ocho meses. Además, su mujer estaba embarazada de cuatro meses. Hace cinco, Sidique se mudó a la localidad de Dewsbury, en el mismo condado de West Yorkshire, tras haber vivido en Beeston (Leeds). Al parecer, se dedicaba al cuidado de niños discapacitados. Su mujer también tenía un empleo relacionado con la educación. Un vecino ha declarado que no sabía que Mohammed Sidique fuese una persona religiosa. "Yo frecuento mucho la mezquita y nunca le había visto allí",dijo. Varios de los documentos personales de Sidique fueron hallados entre los escombros de la estación de Edgware Road.
La vivienda de su suegra, Farida Patel, cercana a la de la pareja, ha sido registrada por la Policía.

10/06/2005